Por Sebastián Robles
En octubre de este año se estrenó en Montreal, Canadá, en francés, la obra “Soledad au hasard” (“Soledad al azar”), de Julie Vincent, que contó con asesoramiento dramatúrgico de Blanca Herrera, directora de Casa de Letras, quien además estuvo presente en el estreno.
La obra teje lazos imaginarios y a la vez concretos entre Buenos Aires y Montreal, poniendo el acento en la experiencia vivida en nuestro país durante la crisis de diciembre de 2001. Según el crítico teatral Alexandre Vigneault, del diario canadiense Le Presse:
“La obra es la historia de una amistad improbable entre dos mujeres, dos ciudades, dos acontecimientos caóticos, dos generaciones. Es el resultado de un proceso rico en encuentros entre el cuento, la música, la fotografía y el cine, pero -sobre todo- entre dos culturas.”
Al respecto, conversamos con Blanca Herrera.
¿En qué consistió tu colaboración con Julie Vincent?
En 2008 y de manera azarosa, Julie Vincent tomó contacto conmigo para interesarse sobre el trabajo en cuento oral que hacemos con nuestros alumnos en Casa de Letras. Ella había escrito una obra teatral basada en el relato de un arquitecto uruguayo que conoció en Montreal y que le contó su historia de exilio en los ’70 apenas iniciada la dictadura uruguaya. Desde que escuchó ese relato en 2004, decidió viajar al Río de la Plata, aprender el español, e investigar su devenir histórico, para poder situar su obra ficcional más interiorizada de una cultura desconocida para ella hasta entonces. Fue un amor a primera vista, ya que desde aquellos primeros viajes su trabajo artístico de dramaturga, directora teatral y actriz se centró en un nuevo eje: lo que ella misma llama el eje Norte-Sur. Dos culturas extremas de América que a pesar de la distancia y las diferencias culturales, se propuso hacer dialogar en temas como la la migrancia y la otredad.
Luego de leer su obra “El Portero de la Estación Windsor”, le propuse traducirla y adaptarla a lo que en Casa de Letras llamamos un “cuento teatral”, incorporando la narrativa al lenguaje de los actores, que al contar, derribarían la cuarta pared y entrarían en comunicación estrecha con el público. Julie se atrevió aún cuando no conocía la fórmula que yo le proponía. Yo comencé el trabajo de traducción del francés y de adaptación de la obra original al formato de cuento. Le enviaba fragmentos por mail, que la decidieron a venir a Buenos Aires a ejercitar ella misma la narración oral en Casa de Letras, en un laboratorio intensivo que diseñamos con nuestros docentes especialmente para ella y su equipo artístico. Habíamos decidido que su compañía teatral Singulier Pluriel y Casa de Letras coproduciríamos “El portero…” para su presentación en la escena porteña en mi adaptación como cuento teatral a cuatro voces, lo que ocurrió en el segundo semestre de 2010, en El Portón de Sánchez.
En 2012, impregnada de la estética del cuento y del trabajo realizado en Casa de Letras, Julie comenzó la escritura de una nueva obra, decidiendo esta vez que la concebiría como un cuento teatral. Comenzada en la forma de un soliloquio, volvió a Buenos Aires para un laboratorio que compartimos en este caso las dos solas, y en el que a partir de improvisaciones orales que le propuse sobre la trama de la historia que ella quería contar, apareció un segundo personaje, una chica argentina que emigra a Montreal estallada la crisis de 2001. A partir de allí mi trabajo de asesora dramatúrgica continuó por mail y por Skype, hasta que en octubre de 2012 viajé a Canadá y pudimos darle un cierre personal al trabajo sobre el texto.
Este año, en octubre, viajé a Montreal para el debut de “Soledad au hasard”, invitada por Julie y su compañía Singulier Pluriel. Participé de varios ensayos en los que compartimos comentarios sobre la puesta en escena, y pude asistir en una lengua que no es la mía, a la historia del reencuentro azaroso de estas dos mujeres, una del norte, una del sur, que habían vivido juntas un evento trágico fortuito en el Buenos Aires de 2001. Al final de cada presentación Julie me invitaba a subir al escenario a recibir con ellas dos los aplausos del público. Y lo último que Julie decía –gritaba- en medio de las expresiones de entusiasmo del público era ¡Viva Argentina!, así, en castellano.
¿Existe un interés por parte de Canadá en conocer la historia argentina reciente?
Aún sigo conmovida por la recepción que tuve en Montreal por parte no solamente del equipo artístico de Julie sino de todas las personas que tuve la oportunidad de conocer y –en algunos casos- reencontrar. Desde que comenzamos nuestro trabajo de intercambio artístico y humano con el Québec en 2008, las muestras de interés son crecientes respecto de nuestra historia, de nuestra lengua –muchas personas quieren aprender el español-, de nuestra literatura. Tanto en el medio literario y de traducción como en el performático, hay manifestaciones sobradas de querer entretejer y desarrollar lazos entre nuestras culturas, que se materialicen en forma de edición de obras bilingües, coproducciones, armado de programas de cooperación entre instituciones. Las posibilidades de trabajo conjunto son múltiples. Me refiero concretamente al Canadá francófono. Si bien hemos visitado universidades e instituciones de la parte anglófona de Canadá, no hemos logrado aún expresiones así de concretas.