Por Sebastián Robles
Juan Carlos Cortázar es alumno del programa formativo en escritura narrativa de Casa de Letras. Su cuento Era el pistaco acaba ser premiado por el jurado del Premio Itaú Digital de cuento 2013 y forma parte de la antología “Mate: Antología de cuento digital 2013”. Conversamos con él al respecto.
¿Cómo fue el proceso creador que dio origen al cuento?
Escribí el cuento para responder a una consigna de Jorge Consiglio en el curso de escritura narrativa de Casa de Letras. Estábamos estudiando distintos géneros, y esta era la consigna referida al suspenso. La idea era que los personajes estuvieran encerrados en una casa en medio de una zona desierta, o en el campo, y que hubiera una amenaza que viniera de fuera.
Me acordé de una anécdota que me ocurrió hace años, cuando vivía en Independencia, un barrio pobre del norte de Lima. Eran los años de la guerra antisubversiva, Sendero tenía presencia en el barrio, y en medio del temor volvió a aparecer –reinterpretada para la época- la vieja historia del pistaco. Una noche yo estaba con el párroco, subiendo en su auto por la avenida principal (el barrio está sobre una ladera) y vimos adelante el jeep de una de las religiosas que vivía en la zona alta. Alguna cosa teníamos que hablar con ella, de modo que aceleramos. Pero cada vez que nos acercábamos, ella corría más a prisa. No entendíamos nada. La persecución terminó cuando pudimos adelantar al jeep. Bajó la monja y una chica del grupo juvenil con el que yo trabajaba. La muchacha juró haber creído que la perseguía el pistaco, haberlo visto: un gringo de ojos azules y barba roja… descripción que, por supuesto, correspondía al aspecto del párroco. Ella lo conocía bien, pero su miedo lo convirtió en el pistaco. Decidí tomar esa anécdota como base para escribir. Pero quería deformarla un poco, darle una vuelta diferente a la historia, que el peligro viniera en un principio de afuera (la persecución en auto), para luego transformarse en una amenaza que estuviera dentro de la casa. Ahí surgió la idea de explorar los miedos y fantasías eróticas de la monja, y la historia cobró cuerpo.
Luego de una primera revisión con Jorge y los compañeros del curso de escritura, volví a corregir el cuento con ayuda de Ariel Dilon, que en ese momento dictaba un curso sobre el suspenso como herramienta narrativa. El cuento ganó en tensión y claridad. Finalmente, hice una corrección exhaustiva con Jose María Brindisi, buscando que la amenaza interior surgiera con la mayor sutileza posible de la situación de encierro y miedo de los dos personajes. Creo que eso es lo que más me gusta del cuento: la manera silenciosa en que un peligro que aparentemente amenaza a la chica desde afuera, se interioriza y cobra cuerpo ahí dentro, justo donde y con quien ella se cree segura y protegida.
¿Habías participado ya de otros concursos?
He enviado cuentos y un par de novelas cortas a algunos concursos. Una de las novelas, titulada El habitante, que estuve corrigiendo en el taller de Casa de Letras con Hugo Correa Luna, fue finalista del concurso de narrativa Eugenio Cambaceres, de la Biblioteca Nacional. En alguna otra oportunidad he quedado finalista, pero esta es la primera vez que recibo un premio.
¿Cuáles son tus planes para el futuro, con respecto a la escritura?
Hace unas semanas terminé de corregir, con ayuda de Jose María Brindisi, un libro de cuentos titulado Animales peligrosos, y estoy en plena búsqueda de una editorial para publicarlos. En los meses que vienen tengo pensado concentrarme en una novela que acabo de comenzar en el curso de escritura con Ariel Bermani. Estoy tratando de probar con un tono algo diferente a lo que he hecho antes, pero no es fácil… También sigue rondándome la idea de volver a corregir El habitante y presentarla a algún concurso. Un proyecto que acaba de surgir, con un amigo chileno, es hacer un corto sobre la base de Era el pistaco. Me parece una idea entretenida, sería genial ver la historia en pantalla.