Por Sebastián Robles
El miércoles pasado se presentó, en el Malba, el primer número de la revista “El ansia” dirigida por José María Brindisi, escritor y docente de Casa de Letras. “El ansia” es una revista de circulación anual. Cada número está dedicado a tres escritores. Los elegidos para el primer número son Marcelo Cohen, Hernán Ronsino y Alberto Laiseca. En sus páginas se pueden encontrar artículos de Jorge Consiglio, Sylvia Saítta, Edgardo Scott, Ariel Dilon, Miguel Vitagliano, Sylvia Iparraguirre, entre otros.
Conversamos con José María Brindisi al respecto.
¿Cómo surge la idea de hacer una revista? ¿A qué se debe su nombre?
La idea deriva de otros proyectos editoriales previos, pero la verdad es que muchos de los que estamos en el medio imaginamos alguna vez hacer una o varias revistas. El único problema es decidirse, entre las muchas inquietudes que uno tiene, y dejar que la idea decante para ver si de verdad resiste la autocrítica. En este caso, uno de los puntos que a mí me desafiaban más era el de correrme del centro –del pequeño lugar que eventualmente uno pueda ocupar- y sumergirme humildemente en los otros: qué les interesa a determinados escritores, en qué piensan, hasta dónde llevan sus obsesiones, qué misterios son capaces de ocultar a pesar de todo.
El nombre surge de varios lugares, pero en esencia de la famosa película de Tony Scott, esa en la que actúan Bowie, Catherine Deneuve y Susan Sarandon. ¿Qué es un escritor, en definitiva, sino un vampiro? Lo primero que me interesa es establecer esa diferencia: para el que tiene una relación intensa con la escritura, no es un bichito que le pica amablemente en el estómago. Es una desesperación, una adicción, algo sin lo que nos resultaría imposible vivir.
¿Cuál fue el criterio de selección de los tres autores incluidos en el primer número?
Hubo varios, pero entre otros criterios pensamos en que nos dieran ganas de entrar a su universo, a sus cabezas, y que no fueran necesariamente consagrados, aunque sí con una obra sólida. No teníamos la intención de fabricar en silencio una suerte de canon, sino más bien de entreverarnos con lo que está pasando ahora. Ni Laiseca ni Cohen –menos Ronsino, claro- son piezas de museo, son tipos que están ahí, luchando con ellos mismos, construyendo su obra, no haciendo la plancha y dedicándose nada más que a dar entrevistas y consejos. Si lo pensamos bien, ni siquiera Laiseca o Cohen son tan canónicos; Laiseca está fuera de la mayoría de los círculos respetables, aunque de vez en cuando alguno le reconozca un lugarcito y le arme una cucha; Cohen es un tipo muy reconocido, pero poco leído, y menos reseñado, porque para eso hay que leerlo, y es una literatura exigente (para colmo en la última década se le dio por escribir, a veces, bien largo).
Pero más allá de los criterios de base, propusimos una serie de nombres y votamos. Así de simple.
En tu editorial hacés mención a la necesidad de no hacer una lectura biograficista de los textos. ¿Considerás esto como una tendencia en la actualidad?
Sí, y la mayoría de las veces es una lectura perezosa, porque está determinada por los elementos presuntamente objetivizables de la biografía, dejando afuera lo esencial, que es la mirada del que lee, o la relación entre uno y un texto que triunfa o se olvida rápidamente. Hacer esta revista para mí era la oportunidad de reforzar esa idea, pero abriendo un canal paralelo: este tipo escribe estas cosas, piensa de esta manera, y yo quiero entrar en su mundo. Ahora, ¿por qué pedirle al propio escritor que haga esa relación? ¿Para ahorrarnos el trabajo de pensar por nosotros mismos? Lo biográfico no existe en el texto, excepto cuando se trata de una especulación formal; pero a mí sí me interesa dialogar con ese elemento por fuera de los textos, y no quiero que nadie –ni el propio autor, o él menos que nadie- digite ese diálogo.
En tiempos de redes sociales y revistas digitales, ¿qué importancia tiene conservar el formato de revista en papel?
No lo sé, pero sí sé que yo quiero eso: un objeto, algo que haya que cuidar, que se marque, que se gaste, que pese, que no tenga nada que ver con simplificarle la vida al que lee. Algo con presencia, que moleste. No quería archivos que se abren o cierran: una revista como ésta, de casi 340 páginas, es algo que está ahí y nos lo recuerda, algo que no se cierra nunca.
¿Cuáles son los planes para el próximo número?
Ya estamos trabajando en él. Los autores que vamos a retratar son Edgardo Cozarinsky, Gustavo Ferreyra y Luis Chitarroni. Un lindo team, creo yo.