Por Sebastián Robles
La colección Minotauro
Empecé desde los 13 años, más o menos, con Minotauro. Me acuerdo sobre todo de los primeros libros, El día de los trífidos, de John Wyndham, por supuesto Bradbury, y El mundo subterráneo de Sidney Fowler Wright. Hace poco me bajé al Kindle varias novelas de Wyndham. No me parecieron de tanta calidad como El día de los trífidos. Pero tiene algo, cierto cuidado por la escritura, que a veces es fallido, pero que no es frecuente en la ciencia ficción. A lo mejor también por culpa de las traducciones.
El virtuosismo
Hay un escritor español de principios de siglo que se llama Gabriel Miró. Es un preciosista. Recuerda bastante a Carpentier, o Carpentier recuerda a Miró. Pero es aburrido, no dice nada, le falta jugo. Y es eso lo que importa en definitiva: el jugo. En cambio Philip K. Dick, por más que uno pueda decir ciertas cosas de la escritura, es arrasador. Y eso es lo que vale. Por supuesto si conseguís el mix, mejor. Pasa también en la música: virtuosos que hacen muy bien todo pero no conmueven. El virtuosismo no es arte: es técnica.
Artesanía vs. arte
La artesanía es la producción serial. Es la pura técnica aplicada. En cambio en la escritura la técnica es una herramienta más para otra cosa que está un poco más allá. La belleza, no en términos de lo bonito, sino en términos de la compulsión por esa cosa que forma contenido, si se puede separar así. Y además, está hecha para nada. Para eso, para que alguien lo lea. En cambio una artesanía está hecha para ser, por ejemplo, un adorno.
El oficio
En la artesanía pesa mucho el oficio. Pero en la literatura hay que cuidarse del oficio, porque oficio es mirar hacia atrás. Es ver lo que se hizo para hacerlo de vuelta. El oficio te da una especie de repertorio, que es más refinado en la medida en que uno tiene más experiencia. Y es algo que se puede realizar más o menos automáticamente.
Cualquiera sabe que tiene que presentar un personaje. Ese sería el ABC del oficio. Pero recostarte en el oficio es recostarte en lo que ya existe. Y tenés que buscar siempre algo nuevo, ir más allá. Entonces eso para mí es el arte: cruzar un límite siempre. Podés no conseguirlo. Y seguramente que uno va y viene desde y hacia el más allá del oficio. Hay cosas que uno a veces hace con fiaca, por cierta necesidad, y las ata con alambre. Pero atarlo con alambre y que no se note, eso es el oficio.
El gesto artístico
Si decimos que la escritura es una artesanía, entonces decimos que también la pintura y la música lo son. Y no es así. Por supuesto que hay novelas y cuentos de artesanos. Yo pienso que Cortázar, en muchos casos, trabaja más artesanalmente que artísticamente. Repite una receta. Eso es oficio. Cuando no lo hace, es bárbaro. Pero uno nota, por ejemplo, en “Axolotl” y en “La noche boca arriba” el mismo gesto. En pintura es muy común el ensayo. Picasso tiene varios cuadros hasta que llega al cuadro final. También puede ser eso.
Se puede escribir con artesanía. Con artesanía escribe, por ahí, un periodista. Pero no escriben con artesanía Borges, Aira, Faulkner, Fogwill. Siempre están buscando otra cosita que no estaba. Y ese es para mí un gesto artístico.
La teoría del iceberg
A mí no me gustan Hemingway ni la teoría del iceberg. Me parece una teoría mecanicista: si yo muestro un séptimo de esto, se deducen los seis séptimos restantes. No digo que sea mecánico Hemingway, sino la teoría. Yo prefiero la ambigüedad. Me interesa mucho el papel del narrador. La literatura norteamericana se enoja mucho con el narrador. Es la famosa dicotomía entre narrar y mostrar. Se dice que todo aquello que venga del narrador es pecado, que por qué no lo muestra en lugar de contarlo. Y yo creo que es algo que va y viene de una cosa a otra. Me interesa la voz del narrador, mostrar cómo ve, cómo evalúa eso que está narrando. Henry James, por ejemplo, es un maestro de la ambigüedad, de la sugerencia. En Otra vuelta de tuerca uno no sabe si todo es un delirio de la institutriz, si pasó, y qué pasó realmente. Queda todo flotando en esa ambigüedad. Me interesan los puntos de vista acerca del mundo, no la historia filmada. Para eso prefiero el cine.