Era uno de esos tocados de características heterogéneas, en el que pueden encontrarse los elementos del gorro de granadero, delchapska, del sombrero de copa, del pasamontañas y del gorro de dormir; una de esas prendas desafortunadas, en resumidas cuentas, cuya muda fealdad adquiere profundidades de expresión comparables a las del rostro de un lelo. Ovoide y armada de ballenas, empezaba con tres morcillas circulares; luego alternaban, separados por una franja roja, unos rombos de terciopelo con otros de piel de conejo; venía a continuación una especie de saco rematado por un polígono acartonado y guarnecido con bordados de pasamanería, y de los que pendía, en el extremo de un cordón largo y fino, un pequeño colgante de hilos de oro en forma de bellota. La acababa de estrenar y la visera relucía.
Madame Bovary, Gustave Flaubert
(Edición y traducción de Juan Bravo Castillo)
Por Sebastián Robles
En febrero inicia sus clases en Casa de Letras el taller de lectura y análisis Madame Bovary, moderna y contemporánea, a cargo de Walter Romero, poeta, docente y traductor, integrante de la cátedra de Literatura Francesa de la UBA. Su último libro es Panorama de la literatura francesa contemporánea (Editorial Santiago Arcos, 2009). Conversamos con él sobre el taller.
¿Cuál es la actualidad de una novela como Madame Bovary?
Madame Bovary como todo clásico no caduca, es más, se reactualiza, así como necesitamos cada década renovar las traducciones de los clásicos, necesitamos revisitarlos, traerlos al presente, en el caso de Bovary, en verdad, todo el libro es un gran pretexto para revisar nociones centrales de la literatura, no por nada el premio Nobel Coetzee acaba de lanzar un prólogo a Bovary, con una nueva traducción, o un cineasta como Arturo Ripstein hizo hace poco una versión aggiornada cuyo escenario es un departamento mexicano donde la nueva Emma, su protagonista, en vez de soñar con París sueña con viajar a Disney. Todo el tema del Bovarismo en sociedades como las nuestras nunca deja de tener reverberancias, y, desde el punto de vista formal, Madame Bovary de Flaubert sigue siendo un laboratorio donde revisar nociones de teoría literaria que no se agotan: el realismo, el Bovarismo que ya nombré, lo grotesco, el cruce de registros, aspectos técnicos como el discurso indirecto libre, el valor de una descripción, el trabajo con la palabra y la escritura flaubertiana como un modelo de la modernidad, en fin, me parece que es un texto al que había que volver y por eso pensé que Casa de letras era el espacio ideal para condensar su estudio en seis encuentros. Me encanta, además, la idea de concentrarme en un curso de verano en una sola novela.
¿Cuál será la metodología de trabajo?
La idea mía, siempre que trabajo con un texto, es fundamentalmente transmitir un entusiasmo. El método es asediar al texto de la forma más intensa posible, desde distintos aspectos. Creo en aquello que decía Eco que el texto es una macchina pigra, una máquina perezosa que hay que trabajar, Como lectores, un texto como Bovary exige múltiples lecturas, nunca inocentes, que superen lo argumental, que no tiene demasiado brillo acaso, en términos acaso de historia de una mujer adúltera de provincias, pero que es un excepcional pretexto para un despliegue inusual de proezas técnicas. Mi trabajo consistirá en ordenar ese asedio al texto, trabajando la estructura, haciendo reconocer sus núcleos, compartiendo los efectos de lectura, estudiando algunos fragmentos en particular, siempre con algunos textos críticos como base. Una lectura guiada, diría.
¿A quiénes está dirigido el curso? ¿Es necesaria una base previa de lecturas?
Todo aquel que ame la literatura, me parece, no puede soslayar Madame Bovary; hay algo ahí que cambió para siempre. Es un punto de inflexión. Pienso en lectores que se apasionen, en estudiantes de Letras, en gente que no haya pasado por Flaubert y quiera reponer este texto, en lectores que ya conocen la novela pero quieren estudiarla más a fondo, en fanáticos (que los hay), en gente del común que se interese por ver cómo estudiamos un objeto textual tan sensible y notorio como éste para así poder modelizar otras lecturas de textos clásicos modernos, pienso en colegas docentes que puedan querer incorporar algunas herramientas de análisis, pienso en jóvenes que se estén iniciando en la literatura sin que estudien necesariamente letras, pienso en guionistas o dramaturgos o narradores orales para quienes abordar a nivel estructural un texto en sí, y a quienes les puede servir para reconocer etapas, momentos, pienso en escritores o aspirantes a escritores que quieran ver por qué Flaubert cambió la idea de escritura desde 1857, y sigue siendo pensado. Será un desafío nivelar esos múltiples intereses, pero es un texto que como clásico nunca termina de decir lo que tiene que decir, como decía Italo Calvino, y cada uno, espero, podrá llevarse su parte.-
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