Por Vivi García
Rara vez llevo la cámara de fotos conmigo, pero aquel sábado, al regresar de una “contata” en El Café de García, lo vi. Estaba en el jardín de una casa de Villa Devoto. No dudé, le tomé dos fotos. Quizá porque vi en sus ropas pedacitos de un pasado ilustre que llevaba con altura a pesar del barro que le salpicaba el calzado; tal vez por su entorno verde que apenas se aprecia, pero que enmarcaba bellamente su figura. No sé. Las rejas no me permitieron acercarme, conversar con él, buscarle la mirada… Aún así, de alguna manera extraña, vino conmigo.