Por Cynthia Rimsky
Días antes de los terremotos en el norte de Chile, se cayó el memorial a las víctimas del terremoto y tsunami del 27 de febrero del 2010 en Pelluhue. Un poste de la altura que alcanzaron las olas y una ventana ladeada que simboliza la inclinación de las casas, cayó empujado por las olas que tres años atrás sepultaron a la caleta.
La historia de Chile es la historia de sus terremotos y maremotos. Nunca hubo necesidad de levantar un memorial. Ni siquiera en Valdivia. Pero si uno pregunta allá lo que ocurrió en 1960, encontrará fácilmente a alguien dispuesto a contar una historia; estos relatos transmitidos oralmente durante generaciones constituyen un memorial impercedera. A diferencia de los levantados en Pelluhue y Concepción, que llevan los nombres de las personas fallecidas en el tsunami del 2010, los relatos de los valdivianos omiten los nombres pero no las pequeñas acciones heroicas, solidarias, amorosas, que ocurrieron al interior de las familias y de las comunidades.
La ventana ladeada y el poste de Pelluhue solo transmiten información: esta altura alcanzaron las olas, así quedaron las casas. No la sensación que las personas de la caleta tuvieron durante el terremoto. Da la impresión que no fueron construidos para los locales sino para remarcar la presencia de una autoridad central que no aparece por allá más que para las tragedias.
La iniciativa tuvo desde el comienzo detractores. Como los damnificados no creyeron que el gobierno central iba a financiar la reconstrucción de la caleta, les pareció una tontería gastar 35 millones en un memorial. No creían pero en el fondo mantenían la esperanza de que cuando el país viera en la televisión, la cesantía, la falta de viviendas dignas, de escuelas, de hospital y de fuentes de trabajo que hay en Pelluhue, el gobierno iba a reaccionar.
De lo poco que obtuvieron fue un memorial y una costanera que también corre peligro. El alcalde Nelson Leal explicó que “la gente acá sabe que esta es una zona de relleno de arena y tenían que haberse pensado mejor dónde ubicarlo, si uno mira 20 metros al poniente sabe que allí es sólido y no iba a ocurrir esto. Ellos son los que saben. Los habitantes conocen sus zonas y el mar cobró lo suyo”.
A pesar de que usa el verbo en tercera persona plural –tenían- no indica quiénes fueron los responsables de la inadecuada instalación, tal vez no lo sabe. Un día recibió un memorándum y, sin consultar a los locales, lo pusieron donde les pareció que quedaba más bonito, sería más visto o era más fácil de instalar.
¿Cuántos años va a demorar el gobierno central en la reconstrucción del memorial si todavía no termina las viviendas? Y no es todo. “A causa de lo que está ocurriendo nos veremos obligados a replantear la ubicación, por ejemplo, de la iluminación que tenemos en esa parte de la costanera. Habrá que correrla más adentro, algo complicado, aunque aún no sabemos lo que haremos en definitiva”, declara el alcalde y respecto al memorial: “En dicha oportunidad costó $49 millones y ahora no debería salir más de $55 millones y ya estamos trabajando con el Gobierno Regional para conseguir los fondos y tener el memorial a más tardar diciembre de este año”. En vez de solucionar los problemas de la caleta, ahora la alcaldia tendrá que gastar fondos en conseguir financiamiento para levantar el recuerdo ajeno de lo que allí ocurrió.
Los lugareños que filmaron la caída del memorial no aparecen en la imagen; por sus voces deduzco que no están trabajando sino pasando el tiempo. El derrumbe tarda 4 minutos. En ese tiempo los lugareños filman cómo avanza la grieta. Lo más increíble no es lo que va a ocurrir sino la indiferencia que les provoca; tan distinto al horror de ese 27 de febrero, a la solidaridad entre ellos y a esas pocas esperanzas de que el gobierno los iba a apuntalar con un monumento que se derrumbó.