Por Cynthia Rimsky
El amor de pareja es un tema tan complicado que hasta ahora le hice el quite en estas columnas, pero a partir de un artículo leí un concepto desarrollado por Freud, llamado Fort Da, que me sorprendió. Todo partió cuando el sicoanalista observaba a su nieto de un año y medio practicar un juego tradicional alemán que consiste en arrojar lejos de sí, a un rincón o debajo de la cama, pequeños objetos que encontraba a su alcance. Al tirarlos, gritaba con satisfacción un fuerte y prolongado “o-o-o-o” que, según su interpretacioón y la de la madre, significaba “Fort” (se fue). Freud se pregunta cuál es la causa de la satisfacción que siente el niño y concluye que se debe a que los juguetes se van.
Al leer esto me acordé que he visto el mismo juego en Chile: “no está, desapareció” dicen los padres al niño mientras le esconden un objeto y este, en vez de ponerse a llorar, aplaude o grita de satisfacción. La corroboración de la teoría de Freud también ocurrió en forma accidental; un día que su nieto jugaba con un carrete de madera atado a un cordel, se dio cuenta que cada vez que el niño lo arrojaba detrás de la baranda de su cuna, haciéndolo desaparecer de su vista, pronunciaba un “o-o-o-o”. Cuando volvía a tirar del piolín y el carretel aparecía en la cuna, lo saludaba con un amistoso “Da” (acá está)
A partir de estos fonemas (fort y da) Freud comprendió que el juego consistía en “desaparecer y volver” un objeto. Pero lo más interesante es que descubrió que el niño sentía mayor placer cuando el objeto desaparecía (Fort) y si repetía el juego una y otra vez no era para recuperar el carrete sino para hacerlo desaparecer. La interpretación freudiana es que el juego apunta a la “renuncia pulsional, o sea, a admitir sin protestas la partida de la madre”. “Se resarcía -de esa ausencia- escenificando por sí mismo, con los objetos a su alcance, ese desaparecer y regresar”, escribe Freud.
Sin embargo, continúa, “es imposible que la partida de la madre le resulte agradable o indiferente. Entonces, ¿cómo se concilia con el principio de placer que repita, en calidad de juego, una vivencia que, para el niño es penosa? Freud dice que el niño juega a la partida porque es la condición previa de la gozosa reaparición, y ese sería el genuino propósito del juego.
A partir de esta observación de Freud, ¿una mujer? argentina, llamada flor liz subió a la red, en https://blogsdelagente.com, una interpretación que me pareció bastante atrevida. Ella atribuye la felicidad que siente el niño al ver desaparecer el objeto, a que la presencia eterna del otro resulta siempre insoportable. “Es la ausencia periódica y la capacidad para manejarla y tolerarla, la que le da sal a la vida”.
Y lleva el caso del niño al terreno de las relaciones amorosas entre adultos. “Este juego y su ritmo marcan lo bien o mal que dos personas pueden llegar a relacionarse en pareja. Si ambos tienen un ritmo parecido de juego, la cosa marchará. Si no, la relación se volverá un suplicio para uno o para ambos. Supongamos que mi Fort-Da dice que yo necesito ver al hombre que amo día por medio o cada dos días y durante no más de tres o cuatro horas. Si lo veo más que eso, me sentiré asfixiada, o sea, me faltará Fort (ausencia). Si, por el contrario, lo veo una vez cada diez días, me sentiré abandonada o perderé el interés, me faltará Dá (acá) ¿Qué pasa entonces si empiezo una relación con un hombre que quiere verme todos los días y dormir conmigo todas las noches? Me faltará muuuuuuuucho Fort. Al mes (o a los dos meses, si estoy en mi época estoica y sufrida), arrojaré el carretel lo más lejos que pueda. (Si cruzo el Atlántico con el hilo, mucho mejor). De nada valdrá que yo razone que me quiere ver tanto porque me quiere mucho. La realidad es que ya no lo soportaré más, desearé que se vaya.
“¿Qué pasa si le hablo y le explico mi necesidad de Fort? Puede que él comprenda y venga a verme con menos frecuencia. Entonces será él quien sufra la falta de Dá. No hay nada qué hacer, es mejor no hablar. Nuestro ritmo de Fort-Da es diferente y uno de los dos siempre va a sufrir. Luego de esa experiencia tan desdichada decidiré estar con un hombre libre que me de más Fort. Él pasa diez días (sí, diez días!!!!) sin llamarme. Cuando al fin lo haga, estaré llorando o le gritaré al teléfono o le preguntaré ¿perdón…Mario qué Mario? Pero este señor, Mario, se asfixia si ve a su objeto amado más de una vez cada diez días. Su juego de Fort-Da tiene un ritmo más lento que el mío.
Flor liz aconseja que antes de empezar una relación, preguntemos al elegido qué tipo de Fort-Da le gusta jugar. El único problema de su razonamiento es que traslada mecánicamente lo que ocurre a los niños a la edad adulta Habrá que ver.