Ana López es alumna de Narrativa II en la Escuela de Escritura Online de Casa de Letras. En 2012 publicó la novela Principio de necesidad, por la editorial Textos Intrusos. El argumento gira en torno a Julia, la narradora, que viaja a Barcelona por invitación de Martina, una amiga que resulta víctima de un ACV. Julia deambula por una ciudad ajena, que a veces luce desconcertante o al menos extraña, por el piso de Martina, traba nuevas relaciones en el hospital, en una espera constante aunque no sepamos –ni ella tampoco– qué es lo que está esperando. Conversamos con Ana acerca de Principio de necesidad.
La novela está escrita en una especie de monólogo interno de la narradora, mejor dicho, una cruza entre diálogo y monólogo interior, donde su conciencia fluye libremente. Sin embargo, este monólogo no es torrencial a la manera de Faulkner o Joyce. La referencia que se me ocurre, más bien, es el Mersault de Camus, que narra con cierta distancia, casi desapego, como si las cosas que pasan no lo tocaran del todo. Aunque hay cierto compromiso con los hechos y las acciones que tienen lugar en la novela, parece que importara más ese discurso que los hechos en sí mismos. ¿Este fue un efecto buscado?
Sí, la novela va en esa línea que vos marcás: entre el monólogo y el diálogo interior. Era una estructura que me permitía estar desde la escritura muy metida en la cabeza de Julia, la narradora y, sobre todo, enfatizar sus zonas de no saber. En esa línea, yo diría que me interesan -en la novela en particular, pero también en general- las “mujeres que piensan”. Me parece que las referencias que vos señalás son muy válidas. Yo no lo veo a Faulkner (aunque lo he leído mucho, de modo que debe estar por ahí) pero sí algo que oscila entre la ¿lógica? del monólogo de Molly Bloom y el Mersault de Camus, pero más bien en el distanciamiento narrativo, porque aunque no lo parezca, Julia está haciendo cosas todo el tiempo y tiene obsesiones muy puntuales, más allá de esa sensación de cierta pasividad que el texto construye como contrapunto.
¿Cuáles son tus referentes a la hora de escribir?
Es difícil responder esa pregunta. Soy muy ecléctica para leer y entonces me cuesta reconocerme en una serie o en una tradición específica. Por supuesto, jamás negaría las influencias (por el contrario, las festejo), pero no me paro en ese lugar para plantear una trama o ponerme a escribir. De todos modos, e hilando más fino, lo que yo quería hacer en la novela era narrar una espera. Y en ese sentido, lo que me viene a la cabeza más formalmente es Zama de Di Benedetto, u Onetti. Pero ese es un corte más temático que estructural.
A mí lo que me llama la atención en la novela, y lo que más me gustó, es esta oposición entre el flujo de conciencia de Julia, y la no conciencia de la amiga, que está internada en un hospital, víctima de un ACV. Por un lado la conciencia se exacerba, y por otro lado no hay conciencia, o no se sabe.
Hay algo de eso. Pero también la idea de que es imposible saber todo de alguien, algo que el hecho de no poder preguntar de la inconsciencia exacerba. Me interesaba trabajar por ahí.
¿Cómo fue el proceso de escritura de la novela?
Fue muy ordenado, pura disciplina. Yo tenía la idea bastante clara y tenía decidido, en general, hacia dónde iba. Y sabía que tenía que contar diez días (que son los diez capítulos que tiene la novela). Lo que me propuse fue resolver un capítulo por semana. Arrancaba el lunes y para el martes tenía al menos el borrador de la mitad. Dejaba reposar y retomaba el viernes y el sábado. Para el domingo tenía que tener el capítulo cerrado y ya estar pensando en el siguiente. Cumplí con ese esquema con mucho rigor. Después, claro, hubo que corregir y ajustar cosas. Pero mayormente la novela estuvo lista en tres meses.
¿Estás escribiendo? ¿Cuáles son tus actuales proyectos?
Ahora en mayo sale un librito de cuentos que se llama Minitas. Y estoy escribiendo una novela breve (pero más larga que Principio de Necesidad). Veremos qué sale…