Por Sebastián Robles
A pesar de haber publicado su primer libro el año pasado, Alberto Chaile –alumno de Narrativa II en la Escuela de Escritura Online de Casa de Letras– es un escritor prolífico. A la serie de cuentos publicados en forma artesanal en su ciudad de residencia, Calafate, Santa Cruz, y Pequeñas historias en el inmenso sur, volumen de cuentos escrito en colaboración con Nuno Mancilla, se suma ahora la novela breve Laberinto, que fue presentada en la última edición de la Feria del Libro de Buenos Aires.
El sur es un denominador común en los libros y relatos de Alberto Chaile. Como él mismo contó en una entrevista en este blog:
“Muchos de los que hoy escribimos, habiendo nacido en la Patagonia, lo hacemos, tal vez, asimilándonos a un paisaje del que nos sentimos parte y que respetamos. No digo que estemos resignados frente a la imposibilidad de abarcarlo, pero sí que, cuando escribimos, lo hacemos desde la aceptación de que todo lo que -en el imaginario- representa la Patagonia, puede más que cualquier palabra.”
La trama de Laberinto avanza desde distintos puntos de vista, con un eje en común. En Caleta Olivia se realiza una manifestación. Quienes la llevan adelante son estudiantes, pero el choque con gendarmería es violento y se producen algunas muertes. La situación empeora con el paso de las horas. Los manifestantes cortan cables de fibra óptica, que incomunican a Santa Cruz con el resto del país. El bloqueo de las rutas impide también el paso hacia las plantas de almacenaje de petróleo. Los sindicatos declaran una huelga. El gobierno nacional decide la intervención de la provincia.
En algún momento del relato, nos enteramos de que los hechos están fechados en el año 2036. Pero, como bien señala Analía Roffo en la contratapa, no hay rasgos de futurismo o de ciencia ficción. La narración transcurre en un futuro que se parece mucho al presente. La novela avanza fundamentalmente desde las perspectivas de Pablo, uno de los estudiantes que forman parte de la manifestación, y de Perazzolo, un funcionario que es designado por el gobierno nacional como interventor de la provincia. A través de sus ojos, nos enteramos de la situación de Santa Cruz al momento del relato: un paisaje inmenso, gobernado por una burocracia a la que hace referencia, tal vez, el “laberinto” del título.
Es Perazzolo, precisamente, quien recibe del funcionario nacional González el relato del estado de situación en la provincia:
“-Podemos decir que es una población joven. Los adultos mayores que logran jubilarse, se trasladan hacia lugares más cálidos, en el centro del país. Muchos alquilan sus casas y con esa renta, más lo que perciben por la jubilación, pueden tener un buen pasar en cualquier otro lugar, lejos de la intemperie patagónica. Este –a mi modo de ver– es uno de los factores que determina la inestabilidad social de la provincia. Son comunidades sin abuelos o, mejor dicho, con abuelos distantes. Los hijos se quedan trabajando, pero tienen puesta la cabeza en los períodos vacacionales. Uno llega a creer que funcionan como autómatas. Que tienen el cuerpo en el sur, pero todos sus pensamientos en otra parte, fuera de esta provincia. En una provincia en la que las personas buscan acceder a un trabajo público pensando en ahorrar dinero y en algún día jubilarse y así poder buscar un lugar mejor en donde vivir. En eso, a muchos, se les va la vida. Esto que digo puede parecer contradictorio, pero indiscutiblemente es así. He llegado a compararlo con lo que les pasa a los hombres que mandamos a la Antártida, los que saben que trabajar allí es muy sacrificado, pero saben también que, con lo que perciben de salario, van a poder disfrutar mucho más de la vida cuando regresen al continente. Con esta gente pasa algo similar. Lo único diferente es el hecho de que éstos viven en el continente”.
Laberinto, de Alberto Chaile, es el intento de poner en palabras no el paisaje, como bien señala su autor, sino las condiciones de vida en el inmenso sur. Una tarea que Chaile encara cada vez con mayor vigor y dominio de los recursos narrativos.