Por Cynthia Rimsky
Ya en Kiev y Lvov me sorprendió, viniendo de Chile, que los habitantes de las ciudades ucranianas pudiesen beber libremente en el exterior. En los parques se instalaban casas rodantes con cuatro o cinco mesitas donde los paseantes podían beber desde una cerveza hasta un vodka y acompañarlo con un entremés. Cuando me pasé a Lubliana (Eslovenia) pensé que el frío nocturno impediría que este fenómeno de la primavera ucraniana se repitiera. Pero no. En medio de la noche y sobre los puentes que cruzan un río que recuerda al Mapocho, habían pequeños carros que ofrecían aguardiente con té o leche caliente en vasos plásticos y que entibiaban las manos escondidas en los guantes.
Unos años después visité Madrid y Barcelona. Me encontré con que no se trataba de carros en los parques o en los puentes, sino que la gente directamente bebía en la calle. Especialmente en barrios como Malasaña, Chueca o el Gótico, la gente compraba su caña o copa en la barra y se la tomaba afuera con sus amigos. Estar del lado de afuera del bar, a pesar del frío, podía ser más entretenido que luchar por un espacio al interior. Afuera se puede ver a los que llegan, a los que prefieren el bar de junto, a los que se van, a los que se pelean, se puede reconocer a un conocido, cambiar de grupo y luego volver con los tuyos.
En Lisboa me llevaron al barrio Cais du Sodré, a la calle Nova do Carvalho, otrora parada de prostitutas que enganchaban marineros y trabajadores portuarios y que ahora lleva el pavimento pintado de rosa y constituye uno de los lugares de la nueva movida nocturna. Con la crisis económica ha surgido una nueva moda; beber cervezas, vino y hasta tragos fuertes del lado de afuera de los bares. Los noctámbulos se citan en los bares pero jamás traspasan la puerta. Traen sus propias botellas, sus propios vasos plásticos y esperan a sus amigos de pie en la calle con la misma actitud que si estuviesen pagando el triple en un bar. Cuando esa noche llegamos a Nova de Carvalho, apenas se podía pasar entre la multitud. El bar Sol e pesca estaba prácticamente vacío. Como en muchas partes del mundo, donde se han reciclado viejos barrios del puerto, otrora esta fue una tienda que vendía sardinas, pulpos, anchoas, atún, en pequeñas latas de conserva. El arquitecto que remodeló el lugar dejó las estanterías y…. las latas, de modo que uno bebe un vino o una cerveza y, si tiene hambre, escoge una conserva que le traen en un plato con pan para rebañar el jugo.
En Porto también los noctámbulos se mueven por la ciudad con sus botellas de un bar a otro, sin traspasar la puerta. Mis amigos me explicaron que debido a la crisis, la gente no tiene dinero para afrontar los precios de un bar, pero no por ello va a permanecer encerrada en casa, así que se visten como si fuesen a ir a un bar, convocan a sus amigos al bar, pero solo llegan hasta la puerta y se quedan en la calle frente al bar. De regreso a Madrid, la primera noche salgo a replicar esta costumbre y me encuentro con que del lado de afuera del bar no hay nadie. Me explican que las autoridades prohibieron, como en Chile, beber alcohol en la vía pública. Como resultado, solo los que tienen dinero para pagar los precios de los bares pueden salir de noche. Las calles, las plazas, pasan la noche desocupadas, vacías. Una prohibición pende amenazadora sobre los pocos que se atreven a usarlas para divertirse.
Las autoridades sienten temor a que los ciudadanos permanezcan en en la calle, habiten la calle, se diviertan en la calle. Tanto es así que la arquitectura “moderna” transformó las plazas de lugares de encuentro a explanadas de paso rápido, arrancó los árboles y levantó cercos para ponerles un horario. Los ciudadanos sienten temor de que las autoridades nacionales sigan traspasando a puertas cerradas, dentro de las oficinas y de los restaurantes, el dinero a los bancos y a los grandes consorcios mientras ellos están obligados a circular permanentemente.
La prohibición de beber alcohol en la calle, tanto en Chile como en España, se asienta sobre la palabra orden. Cómo una palabra tan pequeña, de apenas cuatro letras y dos vocales, puede soportar tanto peso, es algo que cuesta imaginar. Por el otro lado, hay bancos que han “perdido” billones y ninguna autoridad les deja caer encima la palabra orden; siguen acudiendo a los bares mientras nosotros permanecemos afuera.
La palabra orden está asociada al desorden, al peligro, al crimen, al asalto, a la liberación de las fuerzas más oscuras del ser, aquellas que tienen relación con el eros y el tánatos, con las pulsiones que el ser no es capaz de contener o modular. ¿Cómo entra en esto la ambición desmedida, la avaricia, el egotismo sin control de los propietarios de la banca y de las empresas trasnacionales? ¿A ellos no hay que temerles? Es más ordenado beber en un exclusivo bar donde solo hay whisky de 25 años a 100 euros el vaso que beber una cerveza en una plaza? ¿Es más ordenado planificar con cuánto dinero se puede comprar el cuerpo de una camarera de hotel que planificar ir de una plaza a otra con amigos y cervezas?
El año pasado, este año en Aysen, demasiadas libertades terminan en esta pequeña palabra de cuatro letras y dos vocales. Se aducen excesos. ¿No es exceso lo que han cometido los bancos, la empresa que construye un mall en Chiloé aprovechándose de que no hay trabajo en la zona; no es exceso La Polar, la colusión de las farmacias, de los productores de pollos, de las constructoras que no pagan las indemnizaciones a los ocupantes de los edificios siniestrados por el terremoto? ¿ Qué es más excesivo; la avaricia con que los banqueros han hecho quebrar Grecia, que hará quebrar España y Portugal, o los cien encapuchados que tiran cien piedras? Habría que volver a pensar, lejos del sentido común y de los clichés, qué es el orden y qué, el desorden; pensarlos desde la calle porque, al parecer, en Europa como en Chile, Rusia, Siria, la calle se ha convertido en el adentro y en los bares están los que permanecen afuera de todo lo que nos ocurre, tal vez sería necesario quitar la palabra orden y esperar a ver quién o quiénes caen: los de afuera o los de adentro.