En 2003, el escritor norteamericano Kurt Vonnegut (1922-2007) visitó el Museo emplazado en la casa del escritor norteamericano Mark Twain. Fue la oportunidad para que desarrollara una más de sus particulares conferencias, en las que, como en sus novelas, abordaba cuestiones sociales y políticas, cuestiones literarias y cuestiones técnicas. Estas son algunas de las frases más sobresalientes dichas por Vonnegut en aquella jornada, a la sombra de uno de los grandes autores de los Estados Unidos.
Primero lo primero. Quiero que quede muy claro que este bigote que uso es el bigote de mi padre. Debí haber traído una fotografía suya.
Mi hermano mayor, Bernie, ahora fallecido, fue un físico y químico que descubrió que el yoduro de plata a veces puede hacer que nieve o que llueva; él también usaba este bigote.
Hablando del clima: Mark Twain dijo que algunos de sus lectores se quejaron de que no había suficiente clima en sus historias. Por eso Twain escribió algunas descripciones climatológicas para que los lectores pudieran insertarlas donde creyeran que podían ser útiles.
Se dice que Mark Twain derramó una lágrima de gratitud e incredulidad cuando recibió honores por sus escritos en la Universidad de Oxford, Inglaterra.
Y yo debo derramar también una lágrima debido a que a los 80 años se me ha invitado, por mi labor de escritor, a hablar bajo los auspicios de la sagrada Casa de Mark Twain aquí en Hartford.
¿Qué otro monumento estadunidense es para mí tan sagrado como la Casa de Mark Twain? El Memorial de Lincoln en Washington DC. Mark Twain y Abraham Lincoln eran muchachos campesinos provenientes de la zona centro de Estados Unidos. Ambos hicieron que los estadunidenses se rieran de sí mismos y apreciaran chistes realmente importantes y de gran contenido moral.
He notado que los trabajos de construcción del Museo Mark Twain, aquí en Hartford, han sido suspendidos. El museo está justo detrás de lo que era la cochera de la Casa Mark Twain, en el número 351 de la avenida Farmington.
Los albañiles fueron obligados a abandonar la construcción y enviados a casa porque los “conservadores” estadunidenses, como les gusta llamarse, que están en Wall Street y encabezan la mayor parte de nuestras corporaciones se han robado una fracción importante de nuestro ahorro privado. Han arruinado a inversionistas y asalariados mediante el fraude y la piratería descarada.
Una de las más avergonzadas y descorazonadas historias escritas por Twain fue la que trata de la matanza de 600 moros; hombres, mujeres y niños, a manos de nuestros soldados durante la liberación del pueblo de Filipinas, después de la guerra española-estadunidense. Nuestro valiente comandante fue Leonard Wood, quien ahora tiene un fuerte con su nombre: el Fuerte Leonard Wood.
¿Qué tenía que decir Abraham Lincoln sobre esas guerras imperialistas de su país?
Se trata de guerras que, con un noble pretexto u otro, tienen el objetivo real de incrementar los recursos naturales y los cuadros de mano de obra dócil que tienen a su disposición los estadunidenses más ricos y con los mejores contactos políticos.
Casi siempre es un error mencionar a Abraham Lincoln en un discurso sobre otro tema u otra persona. Siempre roba cámara, y yo estoy a punto de citarlo.
Lincoln era sólo un congresista en 1848, cuando dijo lo que estoy por citar. Se sentía descorazonado y avergonzado por nuestra guerra contra México, país que nunca nos atacó. Nos estábamos adueñando de California, y de un montón de personas y propiedades, y lo estábamos haciendo como si perpetrar una carnicería contra soldados mexicanos que sólo defendían su patria de los invasores no fuera asesinato.
¿De qué más nos apoderamos, además de California? Bueno, estaba Texas, Nuevo México, Utah, y partes de Colorado y Wyoming. La persona a la que se dirigió el congresista Lincoln cuando dijo lo que voy a citar era James Polk, quien entonces era nuestro presidente. Abraham Lincoln dijo sobre Polk, su presidente, el comandante en jefe de nuestras fuerzas armadas: “Confió en escapar del escrutinio al procurar que la mirada pública se fijara en la excelsa brillantez de una gloria militar; ese atractivo arco iris que surge después de las lluvias de sangre; en ese ojo de serpiente que hipnotiza antes de destruir. Fue entonces cuando se arrojó a la guerra”.
¡Caramba! Y casi se me sale decir “¡Carajo!” ¡Y yo aquí, creyéndome escritor!