Por Mario Vargas Llosa
1. No hay que dejarse engañar por el éxito
El reconocimiento a veces rehuye a quien más lo merece y asedia y abruma a quien menos. Quien ve en el éxito el estímulo esencial de su vocación, es probable que vea frustrado el sueño y confunda la vocación literaria con la vocación por el relumbrón y los beneficios económicos que a ciertos escritores (muy pocos) depara la literatura.
2. ¿Qué es la vocación literaria?
El escritor siente íntimamente que escribir significa para él la mejor cosa que le ha pasado y puede pasarle, pues escribir significa para él la mejor manera posible de vivir. (…) Empeñarse en ser escritor, decidirse a orientar la vida propia en función de ese proyecto, es ya una manera (la única posible) de empezar a serlo.
3. ¿Cuándo empezar a escribir?
No hay novelistas precoces. Todos los grandes, los admirables novelistas, fueron, al principio, escribidores aprendices cuyo talento se fue gestando a base de constancia y convicción.
4. ¿Qué esconde la ficción?
La ficción es una mentira que encubre una profunda verdad. La raíz de todas las historias es la experiencia de quien las inventa, lo vivido es la fuente que irriga todas las ficciones. (…) El material autobiográfico experimenta transformaciones, es enriquecido, mezclado con otros materiales, recordados o inventados y manipulado y estructurado —si la novela es una verdadera creación— hasta alcanzar la autonomía.
5. ¿Qué es ser un escritor auténtico?
Lo cierto es que la ficción es, por definición, una impostura —una realidad que no es y sin embargo finge serlo— y toda novela es una mentira que se hace pasar por verdad, una creación cuyo poder de persuasión depende exclusivamente del empleo eficaz de unas técnicas de ilusionismo y prestidigitación semejantes a las de los magos de los circos o teatros. (…) En esto consiste la autenticidad o sinceridad del novelista: en aceptar sus propios demonios y en servirlos a la medida de sus fuerzas.
6. ¿De dónde surgen los temas?
El novelista no elige sus temas; es elegido por ellos. Escribe sobre ciertos asuntos porque le ocurrieron ciertas cosas. Mi impresión es que la vida —palabra grande, ya lo sé—, le inflige los temas a través de ciertas experiencias que dejan una marca en su conciencia o subconsciencia y luego afloran para que se libere de ellos tornándolas historias.
7. ¿Cómo saber qué tema es mejor?
Un tema de por sí no es nunca bueno ni malo en literatura. Todos los temas pueden ser ambas cosas, y ello no depende del tema en sí, sino de aquello en que un tema se convierte cuando se materializa en una novela a través de una forma, es decir de una escrita y una estructura narrativas.
8. ¿Cómo atrapar a los lectores?
Para dotar a una novela de poder de persuasión es preciso contar su historia de modo que aproveche al máximo las vivencias implícitas en su anécdota y personajes y consiga transmitir al lector una ilusión de su autonomía respecto del mundo real en que se halla quien la lee.
9. ¿De qué depende la eficacia de la escritura novelesca?
De dos atributos: su coherencia interna y su carácter de necesidad. La historia que cuenta una novela puede ser incoherente, pero el lenguaje que la plasma debe ser coherente para que aquella incoherencia finja exitosamente ser genuina y vivir. (…) La literatura es puro artificio, pero la gran literatura consigue disimularlo y la mediocre lo delata.
10. ¿Se puede encontrar el propio estilo?
Buscar y encontrar el estilo propio es posible. Lea usted la primera y la segunda novela de Faulkner. Verá que entre la mediocre Mosquitos y la notable Banderas sobre el polvo, el escritor sureño encontró su estilo. (…) No sé si sabe usted que Flaubert tenía, respecto del estilo, una teoría. La palabra justa era aquella que podía expresar cabalmente la idea. ¿Cómo sabía cuándo la había encontrado? Se lo decía el oído. La palabra era justa cuando sonaba bien.
Fuente: Literautas