Por María Rosa Eiras
Guadalupe Nettel nació en Ciudad de México en 1973, obtuvo el Premio Herralde por esta novela en el año 2014 y fue finalista en 2005 con El huésped. Ha recibido además otros reconocimientos, entre ellos, el Premio Internacional de Narrativa Breve de la Ribera del Duero, el Premio Nacional de Narrativa Gilberto Owen, el premio franco-mexicano Antonio Artaud y el premio alemán Ana Seghers. Ha sido traducida a más de diez lenguas, siendo las suyas el castellano y el francés, y ha escrito, entre otros, Pétalos y otras historias incómodas, El cuerpo en que nací y el ensayo Para entender a Julio Cortázar. Estudió en México y en París y reside en Coyoacán. Después del invierno es protagonizada por dos personajes centrales: Claudio, un cubano radicado en New York que trabaja como editor, y Cecilia, una estudiante mexicana radicada en París para realizar un posgrado. Acompañan además otros personajes, que si bien no son centrales, tienen un efecto gravitante y profundo: Ruth, mujer de mediana edad y acomodada económicamente que se desempeña en el mundo de la moda, depresiva y amante de Claudio, y Susana, su ex novia. Por su parte, Cecilia presenta muy escasos vínculos o referencias familiares: su padre, una madre abandónica y Tom, su vecino en París, quien transita una enfermedad terminal.
Podemos acercarnos a esta novela desde dos miradas, la primera como una ficción vinculada a los procesos migratorios actuales con la carga cultural de los lugares de nacimiento de los protagonistas, La Habana y Oaxaca, y los espacios en los que cada uno recala para su proyecto de búsqueda, New York y París. ¿Abandona su cultura y su historia quien abandonado su lugar? Cecilia, por ejemplo, parece plantear matices al decir que “la algarabía mexicana me resultaba opresiva”. A ella y a Claudio les pesa recordar y se resisten a la añoranza. La otra mirada sobre la novela apunta a sus personalidades y su constitución: son jóvenes huérfanos de infancia. Esa construcción carente de afecto los pone en ciudades por demás ajenas e indiferentes, con climas fríos y viviendas tipo nicho, oscuras, sin ventanas ni ruidos y sin relaciones ni vecinos. Después del invierno es así una novela que arrastra la grisura del espacio hacia los encuentros y los desencuentros cargados de muerte, enfermedad y soledad, y donde el amor se muestra esquivo. Quizás el hecho relevante de la novela sea la muerte: Cecilia es adicta a los cementerios, a recorrerlos, a ver tumbas y monumentos, mientras que Tom, su afecto circunstancial en París, se dedica a hallar en los cementerios a escritores famosos. Claudio, por su lado, tiene un estilo de vida similar: sin contactos con el afuera, el único toque de color podría verse en su pasión por la música; además es calculador y tiene una buena vida con Ruth. Con este marco, ambos se encuentran circunstancialmente y creen que ha nacido el amor, o lo que ellos suponen que es el amor (o aquello que creen necesitar del otro para que no cambie su cotidianeidad). La novela nos sumerge de esa manera en un ambiente gris y frío, donde la pasión o la alegría son excepciones sobre un telón de resignación y pesimismo. Es por ello que la propia Nettel ha declarado en una entrevista que le gusta “señalar las cosas que la gente quisiera no mirar; en esos lugares pongo el reflector y encuentro materia prima para mi literatura”. Aún así, es recomendable acercarse y apropiarse de la novela, ya que Después del invierno inevitablemente viene la primavera.
Escrito en el marco del taller “Cómo leer y por qué”, a cargo de Nicolás Mavrakis.