Por Anna Morrone
Oriana Fallaci (1929–2006) nació en Florencia, Italia. Activista y partisana, terminada la Segunda Guerra Mundial recibió un premio del ejército italiano por su colaboración en la lucha por la libertad contra los nazis. Estudió medicina pero al recibirse decidió pasarse al periodismo. “Remover conciencias”, decía ella, es lo que debe hacer un periodista. Se destacó como tal y fue la primera italiana enviada al frente de las guerras de Vietnam, Indo-Pakistán, en Sudamérica y en Oriente Medio. En 1975 publicó su primer libro no periodístico, Carta a un niño que nunca nació, que recibió el premio Campiello y que dedicó a su hijo aún no nacido. Ya el título predice un hecho concreto. Lo sorprendente es cómo este drama se desarrolla. Mediante preguntas y una distancia con la que parece mantenerse neutral, Fallaci obliga al lector a entrar en sus propias reflexiones, a razonar. El eje es la vida misma, la existencia. En su recorrido, la autora va abordando temas aún hoy en discusión: el dilema del aborto y el derecho a la vida. ¿Ser madre es un derecho o un deber? ¿Vivimos un relato circular de la vida y la muerte? ¿Elegimos nacer? ¿En qué momento empieza la vida? ¿Quién vale más, la madre o el hijo? Escrito como carta, el monólogo de Fallaci a veces intenta ser un diálogo sin respuesta de una madre con el hijo que lleva en el vientre. Esta mujer, de la que no sabemos su nombre, es libre, no creyente y tiene una profesión brillante, hasta que de pronto el embarazo no esperado la paraliza. El libro comienza diciendo: “esta noche supe que estabas en mí: una gota de vida escapada de la nada”. A partir de esta primera frase, sigue la angustia, el miedo, la duda: “¿cómo sé que deseas nacer? Y si un día tú me gritarás quien te ha pedido traerme al mundo?”.
El miedo a elegir y el miedo a perder la libertad establecen una dualidad sobre la que salta de pronto la reflexión: “he decidido por ti: nacerás. Lo he decidido luego de haber visto tu fotografía en una revista médica”. En el nudo de Carta a un niño que nunca nació aparecen siete personajes: el padre del bebé, hipócrita; el médico, moralista; la doctora, contenedora; los padres, condescendientes; la amiga, feminista; y el jefe, superficial. Cada uno obliga a la narradora a sumergirse más en sus pensamientos y en sus recuerdos de infancia, con injusticias, tristezas, guerra y libertad. Estas miradas serán su encierro, y este encierro la conducirá a un juicio. En este punto, casi al final se puede entrever la influencia de Jean-Paul Sartre, que entre 1943 y 1946 desarrolló la filosofía existencialista. “¿El dilema existir o no existir se puede resolver con una sentencia a favor u otra? ¿Con una ley u otra? ¿Hay una verdad? ¿Cuál es el fin del proceso? ¿Dónde está la justicia? ¿Cuál es la verdadera condena?”. La condena, sugiere Fallaci, es la mirada de los otros. Pero también hay un grito de reflexión: “solo el que se desgarra en las preguntas encuentra la respuesta”.
Escrito en el marco del taller “Cómo leer y por qué”, a cargo de Nicolás Mavrakis.