El jueves 9 de junio a las 20 hs. comienza en Casa de Letras el curso breve de lectura “Gombrowicz, provocador de provocadores”, a cargo de Nicolás Hochman. Este curso propone abordar algunas de las obras más representativas del escritor polaco que vivió entre 1939 y 1963 en nuestro país (Bacacay, Ferdydurke, Diario, Kronos), así como también algunos textos breves sobre él (Ricardo Piglia, Juan José Saer, Germán García, Alejandro Russovich). Hochman es escritor y organizó el I° Congreso Internacional Witold Gombrowicz, que se llevó a cabo en 2014 en nuestro país. Conversamos con él.
¿Por qué, a tu juicio, sigue siendo relevante la obra de un escritor como Witold Gombrowicz?
Probablemente haya pocos autores tan vigentes como Gombrowicz hoy. Básicamente porque la posición de outsider, de exiliado, que él eligió (y que le trajo infinitos problemas y satisfacciones), le permitió despacharse contra todos de una manera muy libre. Le pegó a la derecha, a la izquierda, a la Iglesia, a los gobiernos, a la clase media, a los intelectuales, a los escritores, a los artistas, a los viejos y a los jóvenes. No se salvó nadie. Y esas provocaciones, además de ser un excelente argumento de venta de su propia obra como algo interesante y divertido, encierran una serie de reflexiones terriblemente inteligentes y dolorosas.
Gombrowicz es uno de los padres de la literatura existencialista del siglo XX (escribe Ferdydurke antes de que Sartre publique La náusea), pero no es existencialista. Apalea al régimen fascista y al modelo liberal, pero cuando está adelante de gente como Santucho se hace llamar Conde. Habla en contra de las formas y su vida se basa en escribir manifiestos que sostienen esa posición, sin poder escaparse nunca de ellas. Tiene una vida sexual activa y desenfrenada como pocos, con amoríos de una sola noche con marineros, putas, muchachitos porteños, gente del interior, algunas señoritas… Pero al final de su vida se establece, se casa en Francia con una estudiante canadiense, se compra una casa, un coche y un perrito. Se queja de su pobreza extrema y de tener que vivir en pensiones, y se va de vacaciones a cada rato.
Y es precisamente en esas contradicciones, tan humanas, que Gombrowicz construye un tejido literario e intelectual admirable, que permite reflexionar sobre el siglo XXI y sus actores desde una perspectiva totalmente renovadora. Y con sentido del humor.
¿Percibís la influencia de Gombrowicz en la literatura actual, tanto argentina como del exterior?
Muy poco. En Argentina es muy poca la gente que lo leyó, y menos todavía la que tiene alguna influencia clara. Por supuesto aparecen tipos como Germán García, Piglia o Aira, pero de la generación de la nueva narrativa argentina te diría que son realmente pocos. Sí hay muchos que a veces lo sacan a relucir como si fuera una medalla, pero sospecho que muchos de los que lo citan no leyeron más que algún fragmento perdido.
En el resto de América Latina es todavía menos lo que se lo conoce, tal vez con excepción de México, donde Sergio Pitol le dio mucha manija y tenés a una Margo Glanz a la que se le nota la influencia. En Europa no sé. Por lo que me cuentan amigos de allá, sobre todo de Polonia, Gombrowicz es más una marca que un autor que influencia a los jóvenes. Una marca molesta, eso sí, que el gobierno polaco actual se quiere sacar de encima. Hasta ahora, felizmente, sin mucho éxito.
Lo bueno es que en Argentina se está volviendo a editar su obra, que están apareciendo traducciones nuevas y otras revisadas, y eso hace que los libros vuelvan a circular. Que un libro se pueda conseguir o no muchas veces marca el destino de un autor.
Contanos cómo fue la experiencia de la organización del Congreso Gombrowicz el año pasado.
Fue una experiencia absolutamente movilizadora. El congreso de 2014 empezamos a organizarlo un año antes y creímos que luego del evento se iba a cortar todo, como ocurre con estas cosas. Pero lo que pasó y sigue pasando es que esa “Marca Gombrowicz” se convirtió en una excusa para ponernos a pensar actividades nuevas, diferentes a la manera en la que se suele pensar la cultura. El Congreso tuvo varias aristas: mesas de debate, ponencias y conferencias; una muestra de cuarenta ilustraciones sobre la obra de Witoldo; un libro publicado a raíz de eso, Esto no es una nariz. Witold Gombrowicz según 40 ilustradores; un ciclo de teatro; la producción de un documental sobre su exilio en Argentina y un city tour por sus lugares más emblemáticos en Buenos Aires. Eso fue en 2014.
En 2015 organizamos “Gombrowicz en 1 minuto”, que fue un evento donde treinta intelectuales, escritores, periodistas, actores y demás leyeron fragmentos de su obra. Y también iniciamos la campaña “Echemos a Gombrowicz a la calle”, que consiste en intervenciones urbanas, performances, realización de murales y otras acciones para que a este señor polaco que vivió en Argentina tantos años lo podamos sacar de los lugares de culto.
Para este año estamos armando un evento muy grande y muy divertido, y estamos con los preparativos del segundo Congreso. También hicimos medias con su cara, porque de cada idea loca que alguno de nosotros lanza se termina generando una bola de nieve. Básicamente Gombrowicz es para nosotros la posibilidad de jugar con la literatura y llevarla a límites no muy explorados que van mucho más allá de lo literario.
¿Es necesario haber leído la obra de Gombrowicz para acceder al taller? ¿Cómo será la metodología de trabajo en clase?
No, en absoluto. El curso está pensado para que lo pueda disfrutar el que leyó a Gombrowicz y el que no. La idea es poder trabajar con cuatro de sus obras más importantes, como son su libro de cuentos (Bacacay), su primera novela (Ferdydurke), un manifiesto ético y estético terriblemente potente (“Contra los poetas”) y su Diario, que inevitablemente nos va a llevar a Kronos, que es su otro diario, sin traducir todavía al español, del que se conoció la existencia hace tres años. Todo esto lo vamos a ir mechando con algunos artículos que hablan sobre él, que lo explican, que lo discuten. Porque lo importante es eso: si Gombrowicz era el que provocaba a los provocadores, nosotros no podemos leerlo con sumisión. No. Hay que provocarlo a él también, pelearlo, contradecirlo aunque más no sea como un ejercicio, porque de esa manera su lectura se vuelve muchísimo más rica.
Más información acerca del curso breve “Gombrowicz, provocador de provocadores”.