Por Luis Miguel Aguilar
A un conocido poeta japonés le preguntaron cómo se compone un poema chino.
—El poema chino habitual tiene cuatro versos —explicó—. El primero contiene la fase inicial; el segundo verso, la continuación de esa fase; el tercer verso gira sobre ese tema e inicia uno nuevo, y el cuarto une a los tres primeros. Una canción popular japonesa lo ilustra:
Las hijas de un mercader de seda
[viven en Kyoto.
La mayor tiene veinte años, la
[menor dieciocho.
Un soldado puede matar con su
[espada,
Pero esas muchachas matan a los
[hombres con sus ojos.
Fui a buscar poemas que se ajustaran a esa forma en Poesía china: Del siglo XXII a.C. a las canciones de la Revolución Cultural, editado por Marcela de Juan (Alianza Editorial, Madrid, 1973). Encontré algunos poemas de cuatro versos, pero con la construcción específica del cuento zen sólo uno: resulta el mismo poema que José Emilio Pacheco incorporó con brillantez a su obra poética en No me preguntes cómo pasa el tiempo (Joaquín Mortiz, México, 1969). El poema es de Li Kiu Ling (Dinastía Tang, años 618-907). Pacheco sólo escogió los versos segundo y tercero para ponerlos como epígrafe en su poema del mismo título. Dice en versión de la mencionada Marcela de Juan:
En la región de las nubes espesas
[levanté mi cabaña,
en el polvo del mundo se pierden ya
[mis huellas; me alejo sin cesar.
No me preguntes cómo pasa el tiempo.
Ante mi ventana corre el agua del
[arroyo, en la cabecera del lecho me
[acompañan mis libros…
Me sorprendió encontrar en las “explicaciones previas” de Marcela de Juan que una forma común en un poema chino de cuatro versos consistía en que rimaran los versos primero, segundo y cuarto, lo cual empataría perfectamente con el ejemplo de la “receta zen”: el tercer verso, el que “gira sobre [el] tema e inicia uno nuevo”, al no rimar se separaría momentáneamente del poema antes de que el cuarto verso lo reintegrara junto con los otros. Así que “No me preguntes cómo pasa el tiempo” sería el único verso no rimado. Pensé: quien quiera escribir un “poema chino” podrá prescindir, modernamente, de la rima, pero no de atinar en el efecto del tercer verso; bien visto, el tercer verso es el corazón de un poema chino de cuatro versos.
2. Recordé otras maneras de “Cómo escribir un poema chino”; sobre todo aquella que pasaba por el título: un “poema chino” debía empezar por su título, porque a veces un poema chino era su título. Sobre todo los poemas escritos durante la Dinastía Song (años 960-1279). Marcela de Juan no incluyó los títulos antes de los poemas en su antología; los encontré en una antología en lengua inglesa publicada dos años después de la de De Juan:Sunflower Splendor. 3,000 Years of Chinese Poetry (coeditado por Wu-Chi Liu/Irving Yucheng Lo, Doubleday, NY, 1975). Van algunos que me gustan entre aquellos títulos de poemas chinos: “En el día trece del mes once fui al granero por primera vez desde mi enfermedad”; “Al pedirle que me preste algo de arroz a Yu-hui”; “Un monje del Monasterio de la Fortuna Auspiciosa me pide que no le dé nombre a un pabellón”; “Afuera, en la nieve, mientras paso la noche en la nueva estacada, absolutamente deprimido”; “En mi estudio, en el monasterio, al levantarme de la siesta, me vienen dos poemas”; “Mientras subo por una torrecita de noche y recuerdo a viejos amigos en Lo-yang”; “Al pasar toda la noche en el templo del Buitre Sagrado”; “En un bote una tarde de verano, oí el grito de un pájaro. Era muy triste y como si dijera: ‘Mi señora es cruel’. Conmovido, escribí este poema”; “Ha nevado repetidamente pero podemos contar con una buena cosecha de trigo y cebada; de puro alegre hice esta canción”; “Inscrito con mi caligrafía de letras como patas de grillo mientras estaba borracho”; “En un intento por curarme el hábito de la bebida, escribí este poema para reprender a la copa de vino y pedirle que ya no se me acerque”.
A partir de esto y entonces, el problema para escribir un “poema chino” desde el título, sería cómo encontrar equivalentes “modernos”, cuya naturalidad no sonara a parodia o a pastiche. Al cabo se volvería algo al parecer irrealizable y luego ocioso, y luego olvidable. No sé si el lector recuerda las “Leyes de Murphy” (“lo que puede salir mal, saldrá mal”, “todo se lleva más tiempo del que se cree”, etcétera); pues si hubiera “Leyes de Murphy” literarias, una de ellas diría al ras: “Si no lo escribes tú, lo escribe otro”. Años después me encontré con que el poeta estadunidense Billy Collins había escrito su “poema chino”, con todo y título y con la ocurrencia central de haber escogido como asunto a esos mismos poemas chinos. Viene en el libro de Collins Sailing Alone Around the Room (Random House, NY, 2001). Se titula “Al leer una antología de poemas chinos de la Dinastía Song, me detengo a admirar la extensión y claridad de sus títulos”. Traduzco el resto del poema (Collins incluye con alguna variante uno de los títulos mencionados líneas atrás):
Es como si estos poetas no tuvieran
[nada
dentro de sus amplias mangas
y por eso nos mostraran sus cartas
[tan pronto,
diciéndonos antes del primer verso
si el clima está húmedo o seco,
si es de noche o de día, en qué
[estación del año anda el autor,
incluso cuánto ha tenido que beber.
Quizá es otoño y él mira un gorrión.
Quizá nieva en un pueblo de nombre
[hermoso.
“Al mirar las peonías en el templo de
[la buena fortuna
en un atardecer nublado” es uno de
[los de Sun Tung Po.
“Al sacar agua del río y hervir té”
es otro, o nada más
“Sobre un bote, despierto en la noche”.
Y Lu Yu logra el más sencillo rice cake
[con
“En un bote, una tarde de invierno
Oí el canto de un pájaro.
Era muy triste y parecía decir
Mi mujer es cruel —Conmovido,
[escribí este poema”.
Aquí no habría modo de que pasaran
[el torniquete
títulos como “Vórtice sobre una cuerda”,
“El sonar de la neurosis”, o algo así.
No hay entrada para ningún tapete de
[bienvenida que confunda.
En vez de eso, “Camino una mañana
[de verano
al sonido de los pájaros y una
[cascada”,
es una cortina con cuentas que me
[roza los hombros.
Y “Diez días de lluvia primaveral me
[tienen dentro de la casa”
es un ujier que me conduce al cuarto
donde un poeta de barba rala
está sentado sobre una alfombra con
[una jarra de vino
y susurra algo sobre nubes y viento
[frío,
sobre la enfermedad y la pérdida de
[amigos.
Con qué facilidad me dejó entrar aquí,
sentarme en una esquina;
cruzar mis piernas como las suyas, y
[escuchar.
Fuente: AA, VV, 101 cuentos zen, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2012.