Por Edgardo Scott
Hace poco conversábamos o incluso discutíamos con Maxi Crespi sobre la posibilidad o imposibilidad –la dificultad– de escribir críticamente sobre poesía. Maxi decía sentirse más vulnerable frente al discurso –pero ¿se puede hablar de discurso cuando la poesía, o mejor, el poema, es la forma privilegiada del anti-discurso, su antídoto, su cura?–, más vulnerable frente al discurso poético. Yo decía que sí, que se debería poder, que yo podría. Ahora, apenas unos días después de aquella noche me enfrento y me estrello, me quedo detenido frente a aquella dificultad. ¿Cómo escribir sobre un poema? Tal vez se pueda escribir sobre el poema o sobre la poesía. ¿Pero sobre un poema? El poema ya ha dicho todo. Lo ha dicho todo. No hay más allá del poema.
Pero tal vez se pueda decir algo, algo como una coda, como una cortesía, como una reverencia: nada hay más inspirador que un poema; que cierto poema. Durante un momento para muchos, durante un instante o recuerdo, para alguien. Nada más inspirador y acertado. Nada más preciso y ambiguo. El poema nos devuelve mejor al río de la vida. El arremolinado y remanido río de Heráclito, el río de Saer o de Juan L., de Kipling o de Aidan Dun. Porque el río sólo es distinto después del poema.
Puedo escribir esto como efecto de “Es infinita esta riqueza abandonada”, de Edgar Bayley. Me sale esto, con aire a prólogo o excusa. No puedo decir mucho más en la órbita o el radio de su emoción. Puedo decir esto y que me alienta, como quería Shelley, A defense of poetry, una defensa de la poesía. Acaso toda crítica del poema, toda lectura y todo análisis sea también una defensa de la poesía y del poema.
Quizá todo poema escribe eso. Quizá eso también supo cantar Bayley, al comienzo y al final y en el interior del poema, sentido y despreocupado a la vez, como única verdad, cómo único signo, porque “Nunca terminará / Es infinita esta riqueza abandonada”.
Es infinita esta riqueza abandonada
Edgar Bayley
esta mano no es la mano ni la piel de tu alegría
al fondo de las calles encuentras siempre otro cielo
tras el cielo hay siempre otra hierba playas distintas
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
nunca supongas que la espuma del alba se ha extinguido
después del rostro hay otro rostro
tras la marcha de tu amante hay otra marcha
tras el canto un nuevo roce se prolonga
y las madrugadas esconden abecedarios inauditos islas remotas
siempre será así
algunas veces tu sueño cree haberlo dicho todo
pero otro sueño se levanta y no es lo mismo
entonces tú vuelves a las manos al corazón de todos de cualquiera
no eres el mismo no son los mismos
otros saben la palabra tú la ignoras
otros saben olvidar los hechos innecesarios
y levantan su pulgar han olvidado
tú has de volver no importa tu fracaso
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
y cada gesto cada forma de amor o de reproche
entre las últimas risas el dolor y los comienzos
encontrará el agrio viento y las estrellas vencidas
una máscara de abedul presagia la visión
has querido ver
en el fondo del día lo has conseguido algunas veces
el río llega a los dioses
sube murmullos lejanos a la claridad del sol
amenazas
resplandor en frío
no esperas nada
sino la ruta del sol y de la pena
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada