Por Sarah Waters
1. Lee a lo loco
Pero trata de hacerlo analíticamente. Esto puede ser difícil, ya que cuanto mejor y más convincente es una novela, menos conscientes somos de sus mecanismos. Pero vale la pena tratar de entender esos mecanismos porque podrían resultarnos útiles en nuestro propio trabajo.
Ver películas también es instructivo. Casi todas las superproducciones más modernas de Hollywood son irremediablemente largas y holgadas. Intentar visualizar cómo mejorarían estas películas con unos cuantos cortes radicales es un gran ejercicio en el arte de la narración de historias. Lo cual me lleva a…
2. Corta a lo loco
Menos es más. Con frecuencia he leído manuscritos —incluyendo los míos— donde tengo, por ejemplo, el principio del capítulo dos y pienso: «Aquí es donde la novela debería empezar».
Una enorme cantidad de información sobre el personaje y su historia de fondo puede contarse a través de pequeños detalles. El vínculo emocional que se siente al leer una escena o un capítulo será menor a medida que nos encontramos con otras historias. Tienes que ser profesional. De hecho…
3. Trata la escritura como un trabajo
Sé disciplinado/a. Muchos escritores se ponen un poco obsesivo-compulsivos con esto. Es conocido el hecho de que Graham Green escribía quinientas palabras al día. Jean Plaidy despachaba cinco mil antes del almuerzo, luego pasaba la tarde respondiendo correos de sus seguidores.
Mi mínimo es de mil palabras al día, las cuales a veces son fáciles de conseguir; y a veces, francamente, se hacen cuesta arriba, pero me obligo a permanecer sentada en mi escritorio hasta que lo consigo, porque sé que haciendo eso estoy consiguiendo que el libro avance. Esas mil palabras puede que sean basura —casi siempre lo son—, pero es más fácil reescribir palabras basura que nada.
4. Escribir ficción no es “autoexpresión” ni “terapia”
Las novelas son para los lectores y escribirlas implica una astuta, paciente y generosa construcción. Pienso en mis novelas como en atracciones de feria: mi trabajo es atrapar al lector en su asiento al comienzo del capítulo uno; después tengo que arrastrarlo a través de escenas y sorpresas en un viaje cuidadosamente planeado y con un ritmo gestionado con finura.
5. Respeta a tus personajes, incluso a los secundarios
En el arte, como en la vida, todo el mundo es el héroe de su propia historia. Merece la pena reflexionar sobre cómo son los personajes secundarios de tus historias, incluso cuando solo van a coincidir de pasada con tu protagonista. Al mismo tiempo…
6. No sobrecargues tu narrativa
Los personajes deben ser individuales pero funcionales, como figuras de un cuadro. Piensa en la obra La coronación de espinas, del Bosco:
En ella el autor recrea a un Jesús que sufre paciente rodeado por cuatro hombres amenazadores. Cada uno de los personajes es único, y sin embargo colectivamente forman una narrativa más poderosa, por estar construidos de manera tan precisa. En un aspecto similar…
7. No sobreescribas
Evita las frases redundantes, los adjetivos que distraigan, los adverbios innecesarios. Los principiantes parecen pensar que la escritura de ficción necesita todo tipo de florituras, a diferencia del lenguaje cotidiano.
Esto es un malentendido que puede subsanarse con la obediencia de la regla número uno, leyendo a Col, Tóibín o Corman McCarthy, por ejemplo, para descubrir como una limitación de vocabulario deliberada puede producir un sorprendente impacto emocional.
8. El ritmo es crucial
Escribir bien no es suficiente. Los estudiantes de escritura pueden ser geniales produciendo una sola página de escritura bien elaborada. Lo que les falta a veces es la capacidad de llevar al lector en un viaje, con todos los cambios de terreno, velocidad y humor que un largo viaje conlleva.
De nuevo, creo que ver películas puede ayudar. A la mayoría de las novelas les interesa moverse hacia atrás y hacia delante en una manera bastante cinematográfica.
9. No entres en pánico
A medio camino en la escritura de una novela, suelo experimentar momentos de terror que me hielan los intestinos. Al contemplar la pantalla delante de mí veo más allá ella y me imagino, en rápida sucesión, los comentarios burlones, la vergüenza, mi carrera fracasando, la disminución de mis ingresos, la casa embargada, el divorcio…
No dejar de trabajar tenazmente durante crisis como esta suele empeorar las cosas. Alejarme del escritorio durante un rato puede ayudar. Hablar del problema con otros me hace recordar lo que intentaba conseguir antes de atascarme. Dar largos paseos casi siempre me lleva a pensar en mi manuscrito de una forma nueva. Y si todo esto falla, siempre nos queda rezar. San Francisco de Sales, patrón de los escritores, me ha ayudado con frecuencia a salir de una crisis. Si quieres una red más amplia, puedes intentar contactar con Calíope, la musa de la poesía.
10. El talento triunfa sobre todo lo demás
Si eres un gran escritor/a, no necesitas aplicar ninguna de estas reglas. Si James Baldwin hubiese tenido la necesidad de avivar el ritmo un poco, nunca habría conseguido la intensidad lírica de La habitación de Giovanni. Sin prosa sobrecargada nunca habríamos tenido la exuberancia lingüística de Dickens o de Angela Carter. Si cada uno de nosotros economizase sus personajes, entonces no existiría Wolf Hall…
De todas formas, la mayoría de nosotros deberíamos acatar las normas y, sobre todo, entender para qué son y cómo funcionan. Solo así podremos experimentar con ellas y romperlas.