No pulir ni limar demasiado. Hay que ser espontáneo y audaz. La brevedad acompaña siempre al talento. (Carta a Aleksandr Chéjov, Moscú, 11 de abril de 1889).
Lo he visto todo. Sin embargo ahora no se trata de qué he visto, sino de cómo lo he visto. (Carta a Alekséi Suvorin, Vapor Baikal, Estrecho de Tartaria, 11 de septiembre de 1890)
El arte tiene una grandeza particular: no tolera la mentira. Se puede mentir en el amor, en la política, en la medicina. Siempre se puede engañar a la gente. Incluso a Dios. Pero en el arte no se puede mentir. (Carta sin fecha ni destinatario)
Las descripciones de la naturaleza deben ser breves y deben tener un propósito definido. Se deben evitar lugares comunes como “El sol poniente, sumergiéndose en las olas ya oscuras del mar, inundaba de un color oro violeta, etc., etc.’ o ‘Las golondrinas, volando sobre la superficie del agua, piaban alegres’. En las descripciones de la naturaleza hay que fijarse en los detalles mínimos y agruparlos de tal manera que el lector, cerrando los ojos, pueda ver el cuadro completo delante de él. Por ejemplo, podré comunicar la impresión de una noche de luna si escribo que en el dique del molino una botella centelleaba como una radiante estrella y la sombra de un perro o de un lobo se arrastraba como una peonza, etc. La naturaleza se vuelve animada siempre que no se apele a comparaciones entre sus manifestaciones y las acciones humanas. (Carta a Aleksandr Chéjov, Moscú, 10 de mayo de 1886).
También en el campo de la psique son necesarios los detalles. También aquí, Dios te guarde de los lugares comunes. Lo mejor que se puede hacer es no describir el estado de ánimo de los personajes: hay que buscar que el lector lo deduzca de sus acciones. (Carta a Aleksandr Chéjov, Moscú, 10 de mayo de 1886).
¿Qué se puede hacer con los detalles? Hay que sacrificarlos al conjunto. Lo exigen razones de orden físico: al escribir hay que tener presente que los detalles, por muy interesantes que sea, cansan la atención del lector. (Carta a Yelena Shavrova, Serpujov, 22 de noviembre de 1894)
Debe describir a las mujeres de tal manera que el lector crea que no tiene usted la corbata puesta, que tiene el chaleco desabotonado. Y lo mismo vale para la naturaleza. Permítase un poco de libertad. (Carta a Aleksandr Lázarev-Gruzinski, Moscú, 20 de octubre de 1888)
Alguna vez le dije que uno debe ser indiferente cuando escribe historias patéticas. Pero usted no me entendió. Puede, si quiere, llorar o gemir con un cuento. Puede sufrir por sus personajes, pero me parece que debe hacerlo de tal manera que el lector no se de cuenta. Cuando mayor sea su objetividad, más fuerte será la impresión que cause. Eso es lo que quería decir. (Carta a Lidia Avílova, Mélijovo, 29 de abril de 1892)
Solo sé escribir basándome en mis recuerdos: nunca he escrito directamente, del natural. Necesito que mi memoria decante el motivo y que en ella, como en un filtro, solo quede lo que es importante y necesario. (Carta a Fiódor Bátiushkov, Niza, 15 de diciembre de 1897)
‘Con todo y eso’ y ‘A medida que’ son expresiones inventadas por funcionarios. Cuando leo esas frases, escupo de asco. Me resulta especialmente repugnante el modo en que escribe la juventud. Un estilo oscuro, frío y sin elegancia. Esos hijos de puta escriben como si yacieran en un ataúd. (Carta a Alekséi Suvorin, Mélijovo, 24 de agosto de 1893)
Tiene usted un defecto: en sus cuentos no se atreve a dar libertad a su carácter. Tiene miedo de los impulsos y de los errores, es decir precisamente de aquello en lo que se reconoce el talento. Corrige y pule demasiado, todo lo que le parece atrevido o brusco se apresta a encerrarlo entre paréntesis y comillas ¡Por amor de Dios, déjese de paréntesis y comillas! Para los incisos existe un signo estupendo, el doble guión. Las comillas las utilizan dos tipos de escritores: los tímidos y los que no tienen ingenio. Los primeros se asustan de su audacia y originalidad. En cuanto a los segundos, cuando encierran una palabra entre comillas, quieren decir con ello: ‘¡Fíjate lector qué palabra tan audaz, original y novedosa he acuñado!’. (Carta a Aleksandr Lázarev-Gruzinski, Moscú, 20 de octubre de 1888)
Fuente: Chejov, Anton, Obras completas, Aguilar, Madrid, 2004.