Por Fernando Bogado
A Vicente Luy lo conocí hace ya bastante, cuando formaba parte de una editorial de poesía, CILC, elegantes siglas de “Casi Incendio La Casa”. El sello se había formado por las ganas que teníamos tres conocidos de Puán (luego seríamos cuatro) de imponer nuestra perspectiva acerca de lo que era, mejor, de lo que debía ser un poema. Pongámosle: 2007, 2008. Juan Daza y Juan Crasci habían escuchado a Vicente en un recital de Pez en Haedo, creo, y venían fascinados con lo que el cordobés hacía. A mí no me generó mucho entusiasmo cuando lo leí, pero no me pareció mal invitarlo al tercer festival de poesía que organizábamos, con mi presencia ya del lado de los responsables del asunto, el rocanpoetry! #3.
La noche del recital, Vicente subió, leyó, parco, sus poemas, bajó y se sentó no me acuerdo dónde. Algo en su poesía transformaba toda la cuestión del recitado en mera ilusión, en mero descarte. Sus poemas se imponían porque decían lo que tenían que decir, porque iban a fondo, sin concesiones, y porque no fomaban parte de una puesta en escena innecesaria.
Faltó un poco más de tiempo para que me surgiera esa absoluta fascinación por la obra de Vicente y por su propia figura. Venía compañada, también, de mi lectura de Osvaldo Vigna y de Hernán, a quienes siempre pensé en conjunto por haber formado parte de “Los Verbonautas”, un grupo de poesía y música de mediados de los ’90. Participé de la edición de la antología que sacó por CILC, Poesía popular argentina: escribí una contratapa que después él, en un poema posterior, miró con un poco de desdén.
Me dejó bastante desarmado la noticia de su suicidio. Pero sentí con más fuerza su ausencia y lo potente de su poesía cuando leí el único libro póstumo hasta la fecha, Plan de operaciones / La única manera de vivir a gusto es estando poseído. Compré el libro en Crack-Up, una editorial-librería que ya no existe, y lo leí ahí mismo, de un tirón. No pude moverme de la silla por un tiempo. Sentí, fuerte, que estaba leyendo lo mejor que escribió uno de los poetas argentinos más importantes de los últimos veinte años. Después, cerré el libro y me fui a mi casa.
Me acuerdo que llovía.
Sin título
Por Vicente Luy
Cucaracha vestida para el Colón.
Me das asco
Guau, qué golpista que sos, Mirtha.
Decís que las viviste a todas jactándote de un “aguante”.
Tendrías que decir que conviviste con todos
como la Iglesia.
Estos ignorantes que acabo de ver en el corte
Majul, Nelson Castro
que te tienen como una diva
que hablan de miedo.
Cuando HABÍA miedo ni ellos ni vos hablaron.
Bancaste el golpe.
Olisqueaste, lamiste suelas.
Simbolizás
la unión de abogados, clérigos,
industriales, científicos, maestros…
Nuestros padres: ellos nos entregaron.
Mayo 2010
Fuente del poema: Luy, Vicente, Plan de operaciones/La única manera de vivir a gusto es estando poseído. Buenos Aires: Crack-Up, 2013. p. 74)