La condición que me ponían las editoriales grandes para publicar un primer libro era tener ya publicado un primer libro. Había un grupo de escritores que estaban formando una editorial, y me acerqué. En 1993 salió La pérdida de Laura, en Tantalia. A la novela le fue bien, tuvo buenos comentarios, y entonces fui a Sudamericana. Yo había cumplido mi parte. Ahora quería que el sistema editorial cumpliera con la suya. Y en efecto, me publicaron mi segundo libro. Yo creo que el primero me abrió una posibilidad de publicación. Hasta ese momento me parecía imposible que alguien pudiera editar un libro mío.
Martín Kohan
Yo había escrito Una noche con Sabrina Love, y un día un amigo me pasó las bases del Premio Clarín y la mandé. La novela ganó el premio en 1998. Se vendieron 20 mil ejemplares, estaba en las librerías, en los kioscos. Me reconocían los taxistas. Fue arrasador. Era una máquina de mercadeo puesta al servicio del libro, pero una máquina. Sentí que tenía que recuperar el silencio, hacerme invisible. Como si todo eso me quedara grande. Así que estuve cinco años sin publicar. Pero creo que el primer libro es importante, porque empieza a quedar claro un rol que era confuso: antes la gente se preguntaba, “¿y este qué hace?”. Después, sos el que hace libros.
Pedro Mairal
El editor me citó en un café y me hizo firmar un contrato en una servilleta. Fue como existir antes de existir. Tardé tanto en escribir esa novela que antes publiqué un libro de cuentos, Sobredosis, en 1990. Es superimportante cómo se lanza un escritor y en ese sentido yo siento que sobreviví a pesar de todo. La fiesta de lanzamiento se hizo en una discoteca, con cocaína, con actrices. La crítica que salió en El Mercurio fue atroz, pero el libro se agotó en cuatro días. Si bien me dolía no ser aceptado, tampoco me interesó porque yo quería ser director de cine. Y entonces me envalentonaba, y pensaba: “¿Quieren pelear? Vamos a pelear”.
Alberto Fuguet
Fuente: El País