Por Rabindranath Tagore
No podía tener yo más de ocho años por esa época. Jyoti, hijo de una sobrina de mi padre, era mucho más mayor, acababa de descubrir la literatura inglesa y recitaba el soliloquio de Hamlet con una gran vehemencia. No sé decir por qué se le metió en la cabeza la idea de que un simple niño como yo debía de escribir poesía, pero una tarde me mandó llamar y me pidió que intentara hacer un verso, tras lo cual me explicó la construcción del payar, un metro de catorce sílabas.
Hasta ese momento los poemas eran algo que sólo había visto en los libros, sin errores tachados o signos visibles de duda, esfuerzo o debilidad humana. No podía osar imaginar que un intento mío pudiera producir un poema como esos.
Un día atraparon a un ladrón en nuestra casa. Dominado por la curiosidad, aunque temblando de miedo, me aventuré al lugar para echar un vistazo. ¡Era sólo un hombre normal y corriente! Cuando el guardián de la puerta lo trató sin miramientos, sentí verdadera lástima. Mi experiencia con la poesía fue similar.
Tras encadenar juntas un par de palabras a mi gusto, me encontré con que se habían convertido en un verso payar y sentí que no me quedaban ya ilusiones acerca de la gloria de componer poesías. Ahora, cuando veo que maltratan a la pobre Poesía, siento la misma lástima por ella que por aquel ladrón. Ello me ha empujado a menudo a frenar manos impacientes, deseosas de tomarla al asalto. Los ladrones no han sufrido tanto como ella, ni a manos de tantos.
Una vez superados los primeros temores, no hubo manera de pararme. Me las arregle para conseguir un cuaderno de papel azul, cortesía de uno de los secretarios de nuestra hacienda. Yo mismo lo pauté a lápiz con líneas a intervalos no muy regulares y me puse a escribir versos con grandes garabatos.
Como un ciervo joven que se da topetazos aquí, allá y por todas partes con su recién salida cornamenta, yo y mi poesía en ciernes nos convertimos en un incordio. […]
Mis escritos aún no eran voluminosos. El poeta podía llevar todas sus efusiones líricas en los bolsillos. Yo era escritor, editor e impresor todo en uno; mi hermano, que hacía de publicista, era mi único colaborador.
Fuente: Tagore, Rabindranath, Mis recuerdos, Ediciones del viento, Madrid, 2008.