Por Stephen Nachmanovitch
La libertad de crear es fruto del crecimiento y la evolución personales. En el ciclo de la vida creativa pasamos por lo menos tres etapas: la inocencia (o descubrimiento), la experiencia (o caída), y la integración (o rejuvenecimiento o dominio). Nacimiento, bloqueo y apertura de un camino. Por supuesto que este pasaje no se hace en línea recta ni única; las fases del desarrollo cambian y se entrelazan en forma compleja a lo largo de nuestras vidas.
En nuestro estado original de inocencia, la creatividad surgía de la experiencia creativa primaria del niño de desaparacer, la pura absorción en el juego libre. Pero eventualmente experimentamos las batallas de la vida, la larga lista de males que parecen estar intrínsicamente entretegidos en nuestra existencia en la Tierra, así como los impedimientos internos del miedo y el juicio. A veces, antes de poder abrir una brecha hacia la claridad, atravesamos una oscura noche del alma. A veces logramos trascender la inocencia-y-experiencia y llegamos a una renovada inocencia. El artista maduro da una vuelta hacia atrás, en el estilo de la espiral, hasta un estado que se parece al juego del niño, pero condimentado con los terrores y las prubas que sufrió para llegar allí. Al final del viaje “que cuesta nada menos que todo”.
Fuente: Nachmanovitch, Stephen, Free play. La improvisación en la vida y en el arte, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2008.