Por Martin Amis
De pronto a uno se le aparece una idea original a través de una imagen, de la visión de una situación o de un solo personaje. Es una sensación especial que te embarga, te das cuenta de que va a funcionar, sabes que a partir de allí puedes escribir un texto de ficción. Luego investigas, lees, te empapas del tema, y es como si el texto ya estuviese allí.
Muchas veces me doy cuenta de que esa idea ha estado transitando mucho tiempo en mi inconsciente, es por eso que cuando empiezo a escribir fluye, porque es algo que ya tenía. Esa sensación extraña que se apodera de ti… la ficción nace de un telegrama del inconsciente. El mundo de los sueños, la muerte, la rareza y todas esas cosas habitan detrás de la cabeza, en la nuca, no al frente.
Mi padre [el escritor Kingsley Amis] decía que, luego de una escena sexual, el autor tiene que despertar de su ensueño, recomponerse y decir “Bueno, ¿dónde estábamos?”. Porque siempre es algo excluyente. Es muy difícil narrar una escena sexual que se mantenga al mismo nivel que el resto de la novela, pues se basa en tus deseos y preferencias personales. Es demasiado individual. La sexualidad no es una experiencia universal. Por otro lado, Henry James decía “Narra un sueño, pierde un lector”. Es por la misma razón. Solo hay un par de sueños que todos hemos tenido, por ejemplo, dar un examen desnudo en un salón de clases, con un lápiz que no funciona. Igual, muchos escritores se han esforzado en narrar los sueños, escribir sobre el mundo de los sueños, pero es una tarea titánica. Uno de los ejemplos más famosos es “Finnegans wake”, de James Joyce. Es imposible de leer. Leer ese sueño es una pesadilla [risas], una tortura. Kafka es la única excepción porque va más allá de los sueños… Samuel Johnson decía que en la literatura nada que sea raro, que no encaje, funciona por mucho tiempo. Fíjese que puede eliminar las tres novelas de Kafka, y ello no afectaría la increíble originalidad de su obra. Kafka no pudo terminar sus novelas… ni él como autor, ni nosotros como lectores [risas]. Lo que realmente permanece y vale la pena son sus formas breves. En fin, pienso que, si va a contar un sueño, mejor hágalo en una sola oración.