Por Carlos Fuentes
Tengo la costumbre cervantina de escribir a mano. No sé usar ningún aparato, pierdo mucho tiempo corrigiendo, se me van las cosas, se separan, qué lata… No, yo escribo a mano, con pluma, en cuadernos; luego, tengo gente que me ayuda a pasarlo en máquina y llevarlo a la imprenta, pero yo no sé escribir si no es con una pluma y un papel, y de una manera sensual, directa, olfativa, que no me da ningún otro medio.
En el sentido profundo, ¿para qué sirve la literatura? La respuesta es para conservar la lengua, para darle vida al idioma, para que no se pierda el idioma, esto para mí es importantísimo porque desde el momento en que ya no sabemos hablar, tampoco sabemos actuar, ni amar, ni hacer política, ni nada.
Entonces, es una función primordial, que a veces aparece vaga, lejana, pero yo se lo aseguro como escritor, que cada mañana me levanto y digo: ‘Estas palabras son mi razón de ser’. Y mi razón de ser es mantener el lenguaje y el lenguaje es privado, mío, imaginativo, pero en el momento en que lo publico se vuelve un lenguaje público, y a eso contribuimos a la sociedad.