Por Oscar Wilde
No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo.
No hay libros morales ni inmorales. Los libros están bien escritos o no lo están.
La mentira, es decir, el relato de las bellas cosas falsas, constituye el fin mismo del arte.
La diferencia entre literatura y periodismo es que el periodismo es ilegible y la literatura no es leída.
Cualquiera puede hacer historia; pero sólo un gran hombre puede escribirla.
No tengo por qué recordarte que la expresión es en sí misma el supremo y único modo de vida para un artista.
El arte es la forma más intensa del individualismo que el mundo ha conocido.
Amad al arte por sí y entonces todo lo demás se os dará por añadidura.
Día fatal aquél en que el público descubrió que la pluma es más poderosa que el adoquín, y puede ser arma más ofensiva.
Cuando se está enamorado, comienza uno por engañarse a sí mismo y acaba por engañar a los demás. Esto es lo que el mundo llama una novela.
Una idea que no sea peligrosa no merece recibir ese nombre.
El único deber que tenemos con la historia es reescribirla.
Ningún artista ve las cosas como son realmente; si así las ve, no es gran artista.
Nada tan peligroso como ser demasiado moderno. Corre uno el riesgo de quedarse súbitamente anticuado.
El secreto de la vida está en el arte.
Un genuino artista no presta ninguna atención al público.
No siento el menor deseo de ser un novelista popular, es demasiado fácil.
La mentira, es decir, el relato de las bellas cosas falsas, constituye el fin mismo del arte.
La literatura se anticipa siempre a la vida. No la copia, sino que la modela con arreglo a sus fines.
La gente buena, que pertenece al tipo normal y, por lo tanto, común, carece de interés artístico. La gente mala, desde el punto de vista del arte, ofrece cuadros fascinantes: posee color, variedad y extrañeza.
Se puede privar a un relato de su realidad al tratar de hacerlo demasiado cierto.
La literatura siempre se anticipa a la vida. No la copia, sino que la moldea a voluntad.
Los buenos acaban bien y los malos acaban mal. Eso es lo que se llama ficción.
Ningún artista tiene simpatías éticas. En un artista, una simpatía ética constituye un imperdonable amaneramiento de estilo.
Me pasé toda la mañana corrigiendo las pruebas de uno de mis poemas, y quité una coma. Por la tarde, volví a ponerla.
Entre Hugo y Shakespeare han agotado los temas. Ya no es posible ser original ni siquiera en el pecado. No nos quedan emociones auténticas, sólo adjetivos extraordinarios.
La buenas intenciones pueden tener valor en un sistema ético; pero en arte, no. No basta tenerlas; se ha de realizar la obra.
El mundo llama inmorales a los libros que le explican su propia vergüenza.
Después de todo qué es la moda? Desde el punto de vista artístico una forma de fealdad tan intolerable que nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses.
Que hablen mal de uno es espantoso. Pero hay algo peor: que no hablen.
Es absurdo dividir a la gente en buena y mala. La gente es tan sólo encantadora o aburrida.
Los buenos terminan felices; los malos, desgraciados. Eso es la ficción.