Por Natalia Consiglio y Sebastián Robles
Este fue año muy prolífico para Ariel Bermani, que publicó una novela (Messina, editorial Desde La Gente), un libro de cuentos (Anita, Paisanita Editora) y el volumen de poesía Tenemos que hablarlo (Club Hem), donde compartió la edición con Gabriela Luzzi. Conversamos con él sobre sus libros, su escritura, las redes sociales y algunas cuestiones más.
Del recuerdo a la ficción
Anita abre una ventana a algunos momentos de la vida del narrador y su perspectiva sobre ciertas mujeres que ocuparon un lugar en ella. Bermani rescata detalles íntimos y sutiles, con profundidad y sin nostalgia. Los relatos, situados en un contexto analógico, previo a la aparición masiva de internet, se construyen entre recuerdos, anécdotas y reflexiones sobre el pasado.
¿Cómo fue el proceso de escritura y qué rol ocupó la propia memoria?
Nunca me acuerdo cómo fueron los procesos de escritura. En general, son momentos de mucha intensidad y mucha incertidumbre y después mi memoria los borra, para seguir viviendo. Si no los borrara, me quedaría detenido en esos procesos, que superan ampliamente el resto de los momentos (cuando no escribo), que son menos interesantes. ¿Cómo acordarme qué hice el 22 de mayo del 96, o del 2009?
Hablando del pasado, la memoria me va tirando imágenes, sonidos, olores, que me sirven muchas veces de disparadores de la escritura. A partir de ahí, la cosa se va moviendo y me resulta imposible quedarme detenido en los recuerdos. No sé si por pudor o por falta de un registro más o menos completo. Del recuerdo a la ficción.
¿Qué lugar ocupan las redes sociales en tu escritura?
Las redes sociales se volvieron importantes para mí, en estos años. Hace 10 años que uso Facebook, por ejemplo, y aprovecho para ir subiendo textos en proceso y ver qué pasa, cómo funcionan, qué comentarios reciben. Hasta ahora, escribí varios libros así, subiendo capítulos diarios a Facebook. La posibilidad de interacción me seduce y me resulta productiva, me obliga a escribir.
Las mujeres se hacen presentes en todas las narraciones, que van contando fragmentos de sus vidas, ¿por qué elegiste un narrador masculino?
Siempre se me imponen los narradores masculinos. No sé nada de mujeres. O sé muy poco y no quiero que eso quede en evidencia. Me siento más seguro con narradores omniscientes o con narradores masculinos. Mi sueño es escribir una novela con una narradora, explorando sus pensamientos, lo que siente, espiar su vida, pero no sé si voy a poder. Siento que me va a traicionar el lenguaje.
Pasado y presente
Messina cuenta, por lo menos, dos historias al mismo tiempo. Por un lado, la del personaje que da título al libro, futbolista desaparecido durante la dictadura militar. Por otro lado, es el relato de un narrador que avanza sobre los recuerdos propios y ajenos y reconstruye la biografía de Messina. Este procedimiento, que narra y a la vez problematiza algunas cuestiones de la lectura y la escritura, recuerda de alguna manera a Bartel, el protagonista de tu novela Leer y escribir. La aparición de lo político es, por otra parte, una novedad con respecto a aquella novela.
¿Es el biógrafo de Messina una versión politizada de Bartel? ¿Bartel era un Messina individualista, sin militancia?
Nunca había pensado esas dos novelas en paralelo. Andy, el protagonista de Messina y Bartel, el protagonista de Leer y escribir, funcionan casi como personajes antitéticos. No se parecen en nada. Andy está metido en el fluir de la vida, es un tipo que se mueve, se enamora, investiga. Bartel está como paralizado y no se sabe qué hace con lo que lee. Andy muestra sus lecturas, por decirlo de alguna manera. Lee para tratar de entender qué pasó con él, con Messina, con el pasado. Bartel tiene una postura más ambigua o, al menos, difícil de decodificar. Tal vez sea como vos decís, tiene una mirada individual, a diferencia de Andy, que quiere reconstruir la historia colectiva y, en consecuencia, su propia historia.
¿Cuál es tu relación con el fútbol en la vida real?
Cuando veo uno de esos partidos viejos de Independiente, con Bochini y Bertoni (o el Beto Outes o Mandinga Percudani), armando una de esas jugadas que siempre armaban, bueno, no puedo evitarlo, mis ojos se llenan de lágrimas.
El fútbol me interesa demasiado y regula mis estados de ánimo. Mi verdadera vocación es la de futbolista, pero a los doce o trece años tuve que dejar las canchas porque no había una buena relación entre la pelota y mi cuerpo. Podía sentir que la pelota pasaba cerca, pero me costaba retenerla, gambetear, pasarla. Tratarla con el cariño que se merece.
¿Cuál fue la inspiración de Messina?
Tenía muchas ganas de contar cosas de mis años de futbolista en Brown de Adrogué. De mis amigos de esa época. Y también quería hacer una novela vinculada con la historia argentina y con distintos saberes. Cruzar saberes con la acción. Casi coqueteando con el policial. Con personajes más dinámicos de los que usé en otros libros.
¿Considerás que los dos libros se relacionan entre sí de alguna manera? ¿Cómo?
Messina y Anita tienen un vínculo entre sí, a pesar de sus diferencias. En las dos novelas se intenta reconstruir el pasado. En Anita, eso funciona como un eje temático. En Messina, el pasado es eso que Andy quiere investigar. Por un lado, el torbellino de los recuerdos. Por el otro, el vagabundeo del personaje en busca de claves, secretos, elementos que le permitan entender qué fue lo que pasó.
Poesía y prosa
¿Te considerás narrador antes que poeta, o viceversa? ¿En qué se diferencian y en qué se parecen la escritura narrativa y la escritura poética?
Cada vez encuentro menos diferencias, al menos en mi escritura, entre los géneros. Hacer un poema, una novela, un cuento, un posteo para las redes sociales, contestar un reportaje como este (con preguntas tan inteligentes), todo eso es escritura. Cambian el ritmo, el tono, la intensidad, pero siempre estoy pendiente de la frase, del sentido, de la articulación. Creo que soy un novelista que escribe poemas o un poeta que escribe novelas. Mi ideal de vida es poder escribir un poema que sea una novela condensada o una novela que sea un largo poema. O no tan largo.