Por Tobias Wolff
“Yo tiendo a recordar el pasado como si fuera un conjunto de historias. Como anoche, por ejemplo. Yo estuve en una cena con un conjunto de escritores y contábamos cosas graciosas que nos habían pasado. Eran cosas verdaderas que nos habían pasado pero nosotros hacíamos historias a partir de estas vivencias y por eso yo creo que es la manera en que nosotros retenemos el pasado dándole una estructura y también haciendo una historia. Elegimos lo que es importante y quién era importante, cómo eran, cuál era el significado y la importancia de un hecho. Entonces la memoria en sí misma nos cuenta sin que nos demos cuenta que eso pasa. De hecho, la experiencia es una especie de fluir y nosotros creamos el significado del pasado creando patrones. No es que nosotros lo creamos sino que imponemos esos patrones sobre el pasado. Eso explica por qué yo elijo esa estructura en particular para que tenga sentido.”
“Yo sé que Vargas Llosa, por ejemplo, utiliza elementos de su propio pasado en sus novelas. Roberto Bolaño lo hace en sus libros. Y podría darte ejemplos todo el día. Pero son novelas. No son memorias. En el momento en que uno empieza a inventar deliberadamente entonces deja la no ficción atrás. O sea que utilizamos las experiencias para nuestros propios fines. ¿Por qué lo hacemos? En algunos casos es porque la experiencia de la cual estamos hablando no constituiría una historia. En algunos casos sí. Por ejemplo la historia de cómo yo crecía, la historia de mi vida militar tienen una forma. Hay como una suerte de arco narrativo entre una parte y la otra. Pero la verdad es que yo de lo que quiero hablar en Vieja escuela no era realmente una historia como tal, no era realmente lo que quería decir del tiempo que pasé en un internado. Yo quería escribir sobre el sentido de la vacaciones que un joven tiene y de las influencias que un joven puede aceptar y después rechazar debido a otras influencias. Yo quería utilizar a Anne Ryan como personaje aunque nunca la vi. Tampoco tuve comunicación con Ernest Hemingway porque murió cuando yo tenía 15. El narrador que aparece es dos o tres años mayor de lo que era yo. Pero yo sí conocí a Robert Frost porque vino a la escuela donde yo estaba. Lo que también es verdad es la atmósfera, la competencia por la literatura entre los estudiantes, ya que muchísimos querían ser escritores. Cuando leí Los detectives salvajes, de Bolaño, dije: a estos chicos los conozco porque esos chicos podrían ser personajes de mi libro. ¿No es cierto?”
Fuente: Culturamas