Por Susan Sontag
“La lectura por lo general precede a la escritura. Y el impulso de escribir casi siempre se desata por la lectura. La lectura, el amor a la lectura, es lo que incita el sueño de ser una escritora. Y, mucho tiempo después de que se es una, la lectura de los libros que otros escriben —y la relectura de los libros queridos del pasado— constituye una distracción irresistible de la escritura. Distracción. Consuelo. Tormento. Y, sí, inspiración”.
“Al igual que la lectura, la lectura embelesada, la escritura de narrativa —la asunción de otras identidades— se siente asimismo como perderse. La mayoría de la gente parece creer en la actualidad que escribir es sólo otra forma de engreimiento. Se llama también: expresión de sí mismo. Como al parecer ya no somos capaces de albergar auténticos sentimientos altruistas, se supone que no somos capaces de escribir de otro que no seamos nosotros. Pero eso no es cierto. William Trevor se refiere a la osadía de la imaginación no autobiográfica. ¿Por qué no se puede escribir para escapar de una misma de idéntico modo que se escribe para expresarse a una misma? Es mucho más interesante escribir sobre los demás. Casi no es preciso añadir que presto partes de mí misma a todos mis personajes. Cuando, en En América, mis inmigrantes de Polonia llegan al sur de California —están a las afueras del poblado de Anaheim— en 1876, vagan por el desierto y sucumben a la visión aterradora, transformadora, del vacío, estaba extrayendo de mi memoria infantil los paseos en el desierto del sur de Arizona —a las afueras de lo que entonces era una pequeña ciudad, Tucson— en los años cuarenta. En el primer borrador de ese capítulo, había saguaros en el desierto del sur de California. En el tercer borrador ya había excluido los saguaros, a mi pesar. (Lástima, en 1876 no había saguaros al oeste del río Colorado.) Escribo sobre otras cosas que no son yo. Y lo que escribo es más listo que yo. Porque puedo reescribirlo. Mis libros saben lo que alguna vez supe; de manera irregular, intermitentemente. Y disponer las mejores palabras en la página no parece más fácil, incluso después de tantos años de escribir. Al contrario. Ésta es la gran diferencia entre la lectura y la escritura. La lectura es una vocación, una capacidad en la que, con práctica, se está destinada a ser más experta. Lo que se acumula como escritora es sobre todo incertidumbres y ansiedades”.
Fuente: Sontag, Susan, Cuestión de énfasis, Alfaguara, Madrid, 2007.