Por Amelie Nothomb
A veces parto de una frase que leo en los periódicos, o de un episodio autobiográfico del que tengo necesidad de hablar o de algún hecho insignificante que me lleva a pensar en algo y de ahí sale una historia que me divierte desarrollar. Lo comparo con un objeto que está en el fondo del mar y de repente emerge a la superficie para que yo lo vea y… ¡me quedo embarazada otra vez! Mi sensación es justamente esa, la de estar permanentemente encinta y así llevo más de la mitad de mi vida.
No encuentro otra manera de vivir tan apasionante como la de un escritor. Disfruto enormemente, me lo paso muy bien por eso no dejo de hacerlo. Escribir es muy difícil, pero para mí esa dificultad es placentera. Conozco a varios colegas que reconocen sufrir mucho mientras escriben, y siempre les digo lo mismo: que dejen de hacerlo. No se puede escribir desde el tormento sino desde la felicidad y el goce. Es mi manera de entender la profesión.
La mayoría de escritores dejan pasar un tiempo entre libro y libro, yo no espero nada. Necesito no parar, estar siempre en activo. Supongo que ahí debe haber algún miedo oculto al horror vacui.