Fragmento de una entrevista a Silvina Ocampo realizada por Mempo Giardinelli
Me gustaría que hablara un poco del cuento como género, Silvina.
Para mí es lo más importante que existe en literatura. ¿No te parece? Es el género que más me gusta. Yo prácticamente no he hecho otra cosa. Fijate que tengo dos novelas escritas pero no las publiqué. Las dejo para un momento en que ya no las vea, como se deja algo inferior. Y es que son obras muy inferiores. El cuento es superior, ¿no te parece?
Lo que importa es lo que diga usted.
Hum. Yo creo que el cuento es superior a la novela. Como género, digo. El cuento es lo primero que ha existido en la literatura. Existe como Adán y Eva. Como un algo que inicia todo. Es genético, diríamos. Podríamos remedar a la Biblia: “Lo primero fue el cuento”. Para mí fue algo primordial, en mis primeros años. Era lo principal. Yo me formé leyendo cuentos. Y mi imaginación hizo el resto, porque no sólo lo conocía al cuento como género, sino que lo esperaba, lo buscaba por todos los rincones. Crecí buscando algo que sirviera para escribir un cuento.
¿Le contaban cuentos, de niña?
Sí, pero yo los corregía. Primero oralmente, claro. Me contaban cuentos en verso, pero eran cuentos muy mal hechos. Entonces, yo los corregía, quitándoles esto o aquello. Yo ya sentía la armonía que tenía que haber en un cuento, la buscaba, interviniendo en el relato y corrigiéndolo.
¿Empezó escribiendo cuentos, Silvina? ¿A qué edad?
Bueno, claro que empecé en este género, y nunca lo dejé, ¿no? Era muy chica, cuando escribí los primeros. Era una adolescente, muy jovencita. Y mis cuentos de cuando era chica, fijate, se parecen bastante a los que escribo ahora. Porque ahora tengo algo muy infantil en mis cuentos. Cuando los vuelvo a leer, me digo: “Pero cómo es posible esto…”.
Quizá por eso en varios de sus cuentos aparece un aire como de niñez atormentada. Juguetona pero ansiosa. ¿Tiene que ver con evocaciones, con nostalgias, quizá?
Bueno, mi nostalgia es muy grande. Yo vivo de nostalgias. Y sobre todo, lo que escribo es lo que está más lleno de nostalgias. Yo no demuestro, o no pruebo, que soy nostálgica, pero de todos modos creo que el lector lo siente. Creo yo. Porque he publicado muchísimo. Escribí toda mi vida, ¿no? Mi escritorio, la mesa donde trabajo, está Reno, lleno de hojas escritas que nunca terminé de corregir. Pero que un día voy a corregir. Porque cuando los tomo y los leo, me gustan. Eso es lo raro, ¿no?