Por Ernst Jünger
“No tengo tiempo para leer”: en este caso se trata con toda probabilidad de un hombre ocupado, nunca de un lector. Entre las características del verdadero lector se cuenta precisamente la de tener tiempo para leer, y si tuviera que robárselo a sí mismo, igual que el enamorado tiene tiempo para la amada, dejaría a un lado todo lo demás.
Es algo que se manifiesta muy pronto en la vida. Algunos consideran la lectura como un vicio; tendríamos entonces un vicio ideal, que proporciona más placer que daño. Se diferencia del opio no sólo en que, con el curso en que se pasa de la cantidad a la calidad. Al final vivimos con una docena de libros como ración de reserva. Nos consuelan en la soledad de la vejez, en la desgracia, en la pobreza, incluso en las cárceles. De entre la arena del desierto seleccionamos un puñado de piedras preciosas.
Los grandes libros son solitarios; crecen hasta lo incomparable más allá de las literaturas. Para disfrutarlos bien, tenemos que atravesar el camino de la literatura, tenemos que habernos liberado de ella.