Por Susan Sontag
Admiro a los que luchan por escribir algo que de algún modo sea irrefutable. Es una cualidad que encuentro en Beckett, Kafka, Calvino y Borges, y también en un maravilloso escritor húngaro llamado György Konrád (…) Creo que escribir desexualiza mucho. Yo no como, o como irregularmente y mal, saltándome las comidas, y trato de dormir lo menos posible. Me duele la espalda, me duelen los dedos, tengo dolores de cabeza. Y hasta se me corta el deseo sexual, suelo entrar en un periodo de abstinencia o castidad. Soy totalmente indisciplinada: escribo por períodos, muy largos, intensos, obsesivos.
Tiendo a escribir los primeros borradores en la cama, acostada. Después, en cuanto tengo algo que mecanografiar, voy al escritorio y me siento en una silla de madera, y a partir de ahí todo pasa por la máquina de escribir (…) Yo siempre uso pantalones vaqueros, un viejo jersey y zapatillas.
Con el adjetivo que sin duda sintonizo es con “escueto”. Me parecía que lo perecedero de muchos textos es precisamente sus adornos, pero los dos escritores norteamericanos que me fascinan son Elizabeth Hardwick y William Gass; y no puedo imaginar escritores más opuestos a mí.