Por W.G. Sebald
Mi literatura está hecha de todo cuanto me rodea. Lo mismo pueden ser pescadores de playa, playas aisladas, vidas de escritores, recuerdos ínfimos de mis paseos solitarios. Todo cabe en un libro. Escribir es como pasear por la historia y por la biblioteca de la vida. Ambas realidades son una sola cosa para mí. Trato de vivir rodeado de las cosas que me gustan y considero natural incorporarlas a mi escritura. Todo forma parte de lo mismo. Escribir y vivir. Sólo entiendo la escritura como reflejo de un mundo interior, privado. No me interesa el pasado por sí mismo sino por todo lo que puede aportar a la propia vida.
(…) Un escritor, por bueno que sea, tiene una vida creativa de veinte años. No más. Esta es, me parece, la duración natural y los escritores deberíamos no solamente saberlo (ya lo sabemos todos) sino tenerlo bien presente. Claro que hay excepciones. Thomas Mann es una gran excepción. Pero todos, incluso los mejores, tienen sus límites de tiempo creador. Así ocurre con los narradores y de manera más evidente en los poetas. Y si estos últimos reconocen los motivos de un silencio a tiempo, los narradores parecen querer resistirse a esta evidencia. A mi modo de ver los mejores libros de Handke son los de sus primeros veinte años de escritor. Luego resulta difícil –por no decir imposible– mantener ese tono de alto nivel literario.
(…) Yo empecé a escribir muy tarde, a los cuarenta años. Por cansancio. Por enfermedad. No sé decirle. Tuve una crisis importante. Y desde entonces escribo sin ningún tipo de ambición. Por una necesidad imperiosa de realizar un trabajo muy privado. Seguramente como un medio de defensa. El ejercicio de escribir, para mi sorpresa, se ha ido convirtiendo en algo cada vez más importante para mí. Creo que seguiré escribiendo hasta la muerte. He pasado toda mi vida dando clases y ya estoy cansado. La Universidad ya no es lo que era. Los escritores ya no estamos bien vistos en este Reino del Saber y de la Gran Burocracia. Por otro lado, la literatura exige todo mi tiempo. Mi idea es retirarme a escribir a una cabaña que tengo por algún lugar. Sin embargo, tampoco quiero depender de la literatura. He visto a muchos escritores malograrse por requerimientos de publicación. Es algo importante a tener en cuenta. No hay que depender económicamente de la literatura porque entonces se escriben cosas para los demás y no para uno mismo.