El jueves 3 de febrero comienza en Casa de Letras el curso intensivo de Narrativa I. Este verano, igual que el año pasado, clases se impartirán por videoconferencia. El curso está compuesto por dos materias: Iniciación a la Escritura Narrativa, dictada por José Brindisi, y Usina de Historias, dictada por Cecilia Sorrentino. Sus contenidos corresponden al primer nivel del Programa Formativo en Escritura Narrativa Presencial de Casa de Letras. Tiene una cursada de 4 horas 2 veces por semana, 2 horas destinadas a la Iniciación a la Escritura Narrativa, y las otras 2 destinadas a Usina de Historias. Lunes y jueves de 18 a 22, vía Zoom. Conversamos al respecto con José Brindisi, docente de Iniciación a la Escritura Narrativa.
¿Cuál es el eje y los objetivos de tu materia?
El eje de mi materia está puesto en todos los aspectos relacionados con lo estructural. La prioridad es atender aquellas cuestiones que hacen que un texto se sostenga, que se desarrolle armónicamente y logre un determinado efecto –o efectos- en el lector. De algún modo, se trata de priorizar la idea, la génesis de un texto, y luego fortalecerla para llevarla al mejor lugar posible. Claro que parte de ese trabajo es previo a la escritura en sí; como diría Hemingway, se trata de crear un mundo para luego hablar de él.
¿Cómo es la metodología de trabajo en clase?
A grandes rasgos, la clase se divide en dos segmentos. El primero gira alrededor de lecturas orientadas –en su mayoría cuentos-, cuyo análisis está enfocado en la práctica de la escritura. Esos textos, es decir, nos sirven como punto de partida, como material de estudio. De ellos extraemos problemas que la escritura plantea todo el tiempo, y son esos mismos textos los que nos proveen de algunas soluciones. La segunda parte, en la que participa activamente toda la clase, consiste en los comentarios de los textos producidos por los propios alumnos, por lo general escritos a partir de consignas. Al final siempre hay un comentario mío, enfocado en el texto en sí pero también –sobre todo- tomándolo como “excusa” para dialogar con cuestiones nucleares de la escritura que, como decíamos antes, se presentan todo el tiempo.
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