Por Orhan Pamuk
La historia de la novela también podría escribirse como la historia de la forma en que nos liberamos y nos transformamos mediante la imaginación al ocupar el lugar de otro.
Robinson Crusoe es un libro en el que se imagina, tanto a Robinson, a su esclavo Viernes. Y el Quijote es una novela en la que se imagina, tanto al caballero que vive en su mundo libresco, a su escudero Sancho Panza. Me gusta leer Anna Karenina, la obra más brillante de Tolstói, como la novela de un hombre felizmente casado que se imagina a una mujer que tiene un matrimonio infeliz y lo destruye. A Tolstói le sirvió como modelo Flaubert, otro autor que intentó imaginar una mujer infeliz, Madame Bovary, aunque él nunca se casara. El primer gran clásico alegórico de la novela moderna, Moby Dick de Melville, es un libro en el que, mediante la ballena blanca, se dan rienda suelta a los miedos de la América de entonces, es decir, el miedo a los que no eran como ellos. Los amantes de la literatura no podemos pensar en el Sur de los Estados Unidos de hoy sin los negros de Faulkner de tiempos pasados. De la misma manera sentimos que la obra de cualquier novelista alemán que pretenda dirigirse a Alemania entera estaría incompleta si no imaginara, de manera directa o indirecta, abierta o encubierta, a los turcos o la inquietud que provocan. Y creo que hoy también estaría incompleta la obra de un novelista turco actual que no imaginara a los kurdos, a las minorías o ciertos puntos oscuros de la Historia de los que no se puede hablar.
Al contrario de lo que se cree, para un novelista la política no consiste en consagrarse a causas políticas ni en afiliarse a asociaciones, partidos o grupos. Para un novelista, la política es algo que se origina en la imaginación, en la capacidad que tiene el autor de una novela de ponerse en lugar de otro. Esta capacidad le convierte no solo en el descubridor de unas realidades humanas que nunca antes habían sido enunciadas, sino también en el portavoz de los que no pueden alzar la voz, de aquellos cuya ira no es escuchada, de la palabra oprimida, de lo inexpresado. El novelista, como intuía en mi juventud, puede no tener demasiada intención de mezclarse en política, o quizá sus intenciones son otras completamente dstintas…
Los endemoniados, la mejor novela política que jamás se ha escrito, hoy no se lee como a Dostoievski le habría gustado, como una novela polémica escrita contra los occidentalistas y los nihilistas rusos, sino como un libro que nos revela un gran secreto sobre el alma eslava, sobre la realidad rusa. Es un secreto que solo puede desvelarse escribiendo una novela. Este tipo de información no podemos conseguirla leyendo periódicos y revistas ni viendo la televisión. Este conocimiento tan especial e incomparable sobre la historia de los pueblos y los hombres y sobre sus vidas privadas, que nos inquieta, nos zarandea, que nos atemoriza con su profundidad y nos sorprende con su simpleza, lo adquirimos gracias a las grandes novelas que leemos con atención y paciencia.