(Fragmento de una entrevista a Ian McEwan realizada por Tim Adams)
¿Sigue sentándose a su escritorio con la misma emoción que cuando empezaba?
Creo sinceramente que sigo en la brecha. Intento ponerme a escribir antes de las 10, no demasiado temprano, y todavía disfruto de esos días mágicos de escritura cuando olvidas que existes y sales a la superficie una hora más tarde con 400 palabras que no esperabas escribir. Nunca he aprendido a convocar esos momentos de inspiración, pero sentarse a escribir es, sin duda, la primera condición.
Entonces, ¿entrar en su séptima década, no le ha quitado el gusto por la vida?
Al revés. Cuando cumplí 18 años tenía el corazón roto. Mi madre me dijo una vez cuando tenía 20: «Sabes que daría lo que fuera por tener 45 años de nuevo». Obviamente me eché a reír, pero ahora lo entiendo. Jugué un buen partido de squash cuando tenía 45 años. Tenía la vida resuelta y disfrutaba. Ahora sigue siendo similar. Los placeres de la conversación o el grado en que me deprimo por las noticias diarias no se desvanecen. Por ejemplo, siempre me he tomado muy en serio la idea de las vacaciones y mis dos hijos mayores también la tienen, lo cual me encanta. A menudo vamos de vacaciones juntos, algo que nunca hice con mis padres.