Por Rosa Montero
Hay tantos métodos de escritura como escritores. El mío en concreto consiste en pasarme un año o año y medio tomando notas a mano, siempre con pluma y en cuadernitos con papel sin rayar, sobre la novela que estoy preparando. Primero parto de lo que yo llamo el huevecillo, que es la idea nuclear, el germen de todo. Y luego voy anotando lo que se me ocurre… Vas desarrollando la acción, los personajes… Las notas las tomo en pequeños cuadernos que llevo siempre conmigo, pero luego las paso a un cuaderno grande, el cuaderno mayor de cada libro, y ése no sale de casa. Al final de este periodo ya lo sé todo de la novela, y como soy muy arquitectónica, es decir, la estructura es muy importante para mí, entonces empiezo a hacer mapas y organigramas y cuadros de la obra en grandes cartulinas de colores: de los personajes, de los ingredientes narrativos, de la organización del material en capítulos… Por ejemplo, hago combinaciones y combinaciones de capítulos. Cuando al cabo de ese tiempo ya tengo la novela entera clara, sé que va a tener, pongamos, 46 capítulos, y lo que sucede en cada uno de ellos, entonces me siento al ordenador y empiezo a escribir. Pero al final de otro año y medio o algo así resulta que algunos capítulos han desaparecido, otros nuevos se han añadido, en fin, la novela es una criatura viva hasta el final. Por cierto que desde hace un año o así he añadido una pequeña variedad a mi método de escritura, consistente en que a veces las notas ya no las tomo en cuadernitos, sino que algunas las apunto en mi iPhone en la aplicación Evernote. Luego, eso sí, paso las notas al cuaderno mayor a mano y con pluma, y disfrutando de la escritura manual, que es algo que me sigue encantando.