Por Elmore Leonard
Los malos no son malos las 24 horas del día.
Me gustan los detectives de homicidios. Usan sombrero. Usan sombrero para que los otros agentes de la ley sepan que ellos son de homicidios.
Cuando era muy chico, quise jugar con un cuchillo y mi madre no me dejó. Lloré y ella me dio uno de goma. Yo le dije: “Mamá, un cuchillo de goma simplemente no sirve”.
He estado casado tres veces. Durante la primera, tuve un affaire. Luego me divorcié, y Joan y yo nos casamos. Murió en el ’93, y sentí que tenía que casarme de nuevo. Rápidamente. Me gusta estar casado. Y justo entonces apareció la paisajista francoparlante. Christine tiene veinticuatro años menos que yo. Comenzamos a conversar y eso fue todo lo que se necesitó. Recuerdo que le dije a un amigo: “Estoy pensando en casarme de nuevo, pero hace sólo seis meses que murió Joan. ¿No te parece que debería esperar un año?”. El me dijo: “¿Qué sos? ¿Un siciliano?”.
Lo mejor de mis hijos es el hecho de que puedo contar con ellos. Sabía que me iban a entender cuando me casara con alguien de la edad de ellos.
Uno aprecia más el sexo a medida que envejece. Es muy simple: cada vez va a haber menos y menos oportunidades.
Lo que escribo parece una película. Luego, cuando los estudios se meten, descubren que no es tan fácil como parece.
Los convictos que me escriben asumen que estuve preso.
Una línea de diálogo no es suficientemente clara si uno tiene que explicarle a un actor cómo debe decirse.
Una vez, a principios de los ’70, regresé de Hollywood vomitando sangre. Mi médico me dijo: “Vamos a tener que hacer una cirugía exploratoria”. Y dije: “¿Una gastritis aguda? Eso es algo que uno ve en los tipos de la calle”. Estaba tomando un poco de más.
El alcohol nunca me impidió escribir. Pero cuando lo dejé, el 24 de enero de 1977, a las 9.30 de la mañana, mi prosa de ficción mejoró.
Fui criado en el catolicismo. Ya no voy a recibir el sacramento. Pero para mí es importante pasar por este pequeño ejercicio de preguntarme cuál es mi propósito antes de levantarme cada mañana.
La voluntad de Dios no es necesariamente algo malo que le ocurre a uno. Uno puede volverse millonario y ésa es la voluntad de Dios. Hay que mirarlo de esta manera: ¿qué estás haciendo para merecer la voluntad de Dios?
Intenté enlistarme en los marines cuando tenía 17, pero no me permitieron entrar por mi ojo izquierdo. Probablemente fue mejor que así fuera. Me hubieran mandado a Iwo Jima, estoy seguro. Y hubiera estado empujando esa bandera… o margaritas desde abajo.
No tengo una computadora, así que no tengo que lidiar con el e-mail. Lo que sí tengo es… ¿cómo se llama cuando mandás mensajes impresos con el teléfono…? Un fax, sí, eso es. Tengo uno de ésos.
Una lapicera te conecta con el papel. Eso definitivamente importa.
Cuando uno conoce a alguien que lo aburre, tiene que tolerarlo hasta que se va. Pero cuando uno se encuentra con un personaje aburrido, da vuelta la página.
Un buen editor es alguien que sabe cuál es tu problema.
Di una charla en Florida y nos hicimos amigos con un juez que me invitó a su casa. Me mostró sus gardenias y sus orquídeas. Luego me mostró unas fotos. Una era de un tipo con un cuchillo de carnicero en la cabeza. Otra era de un automóvil que había sido enterrado con un cadáver adentro. Cuando sacaron el auto, tuvieron que estacionarlo detrás de un avión con las turbinas encendidas para soplar toda la podredumbre. También me mostró la foto de una gallina muerta que había sido violada.
No te sorprendas de cualquier cosa inapropiada con la que te cruces.
Hay una escena en mi próximo libro en la que un personaje que ha estado viajando por todos lados con esta chica, la deja en la habitación de un motel y sale a ver a unos amigos. A la mañana siguiente, vuelve con resaca. Una tremenda resaca. Y dice: “No puedo creer lo que hicimos con esas gallinas anoche”. Y eso es todo lo que dice. Ella se pregunta qué es lo que estuvieron haciendo con esas gallinas; pero queda librado a la imaginación.
He escrito más de cuarenta novelas. No sé por qué, pero mi favorita es
Freaky Deaky.
Hemos reunido dinero para caridad ofreciéndole a la gente la posibilidad de ofertarse para que sus nombres aparezcan en una de mis novelas. Un pequeño del Instituto de Artes de Detroit ganó una subasta. Su nombre es Elliot Wilhelm, así que lo utilicé para el enorme samoano gay de Be Cool. Es el personaje que interpreta The Rock en la película. Al principio no tuve noticias del verdadero Elliot Wilhelm. Pero luego me enteré de que le había encantado la idea.
Si un adverbio se convirtiera en un personaje en uno de los libros, lo haría matar. Inmediatamente.