Por Stephen Dixon
“Escribo todo tipo de historias, aunque sin adornarlas. Por ejemplo, en mi novela Old Friends, dos hombres que son amigos desde hace muchos años hablan todo el tiempo de las cosas que les preocupan: hacerse viejos, la escritura, la muerte. Esta es toda la novela: un solo capítulo de 220 páginas donde dos tipos charlan. Es verdad que hablo de la muerte como quien habla de qué va a comer para desayunar, pero esto es porque me gusta escribir las cosas tal como son. Por ejemplo, yo suelo incluir en los diálogos entre mis personajes todas las vacilaciones y digresiones que una trama realista al uso suele excluir”.
“Escribo sobre las cosas más arraigadas en mí: el miedo, los recuerdos tristes de pérdida. Para mí la ficción gira alrededor de la memoria. En Frog y en mi otra novela Phone Rings hay muchas referencias a la muerte de mi hermano Jimmy, por ejemplo. En Interstate trato uno de los miedos más profundos del ser humano: la muerte de un hijo, algo que me obsesionó y me obsesiona”.
“El humor es muy importante en mi obra. La tragedia y el humor pueden ir tranquilamente de la mano. Creo que soy un escritor divertido”.
“Soy prolífico porque me encanta escribir y no me pongo excusas. Hay que escribir por placer, por amor. También hay que escribir con honestidad. Hay una especie de máxima por ahí que dice: escribe sobre lo que conoces. Yo no estoy de acuerdo. Escribe sobre lo que no conoces y ya te enterarás de todos los detalles por el camino”.
“Intento que mi prosa sea clara, y para lograr eso evito las metáforas, las florituras, el lenguaje figurado y la sofisticación. Mi escritura es pura acción. Me interesa que todo cuanto describo sea plenamente reconocible para el lector. Pero por encima de todo quiero que el lector pueda entrar en la cabeza del narrador”.
“Jamás traté de romper los malos hábitos de escritura. Si un alumno se empeñaba en escribir de cierto modo, yo se lo permitía. Y si continuaba escribiendo así, pues perdía un lector: a mí”.