Por Gerardo De Brasi
Hugo Correa Luna siempre llegaba a Casa de Letras con una Coca Cola. Muy pocas veces cambiaba de bebida. Dependiendo de la temperatura, la botella llegaba con más o menos contenido. A veces estaba acompañada por un paquete de bizcochos salados Don Satur, aunque Hugo sabía que en la Administración siempre teníamos. Pese a que no cebaba ni tomaba mate más que muy de vez en cuando, la ronda era el eje sobre el cual giraba la charla, donde se él lucía con su don de narrador.
Conmigo charlaba hasta mucho tiempo después de terminar sus clases, los lunes y los martes. Con el tiempo, ya conocíamos muchas de las anécdotas del otro, e incluso cada tanto nos volvíamos a contar las preferidas. Teníamos cierta conexión desde la zona norte y el tren. Hugo me contaba que viajaba (creo que desde Olivos) ida y vuelta a Retiro leyendo, yo hacía lo mismo desde Carupá. El tren era nuestra conexión con la Capital
Como docente, tenía un recurso muy divertido y eficaz: si quería avanzar con un tema, lo introducía con la frase “como ustedes se preguntarán” cuando en realidad nadie se lo preguntaba. Con José Brindisi nos reíamos cada vez que contaba que había tenido que usar ese recurso.
No recuerdo si Borges visitó una vez el taller que Hugo coordinaba con Grillo Della Paolera (en realidad era al revés), o si Hugo contaba una charla entre Borges y Grillo, pero sé que de ahí sacó una muy buena imitación del autor de El Aleph. A pedido, solía contar la anécdota de cuando Vargas Llosa fue hacerle una entrevista a Borges en su casa, y Borges dijo que parecía un agente inmobiliario más que un escritor.
Los lunes hacíamos un repaso de los partidos del fin de semana: Hugo hablaba sobre rugby con Carlos Lutteral y sobre Independiente con Ariel Bermani, mientras Jorge Consiglio fingía algún tipo de interés por cómo había salido Racing. Los jueves, con Brindisi, pasábamos la agenda de los partidos del fin de semana.
Era divino irnos los tres los jueves a las diez de la noche. Brindisi se tomaba el subte A y con Huguito seguíamos hasta Catedral, aunque compartimos el trayecto solo hasta 9 de julio porque él combinaba con la línea B.
Cuando viajó a Europa, le hice un único pedido: un video de cualquier viaje en tren. Hugo cumplió con un paisaje de Francia. Fue hermoso escucharlo a la vuelta. No sólo por su habilidad para narrar anécdotas del viaje, sino también por su talento para armar la conversación. Siempre ofrecía una silla, la experiencia era como acompañarlo en ese tren.