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Por Hebe Uhart
“También hay una mitificación de los escritores. Te preguntan: “¿a qué hora escribe?”. Y depende: la gente diurna escribe a la mañana, la gente nocturna escribe a la noche. Los escritores tienen hábitos como cualquier ser humano.
La mitificación del escritor es pensar que uno es alguien que siempre escribe. O te quieren sacar una foto al lado de la biblioteca, como si una no cocinara, no regara las plantas, no hiciera las cosas que hace todo el mundo. Como si fuera alguien dotado de algo extraordinario. Y escribir no es ni más ni menos que una artesanía, como un carpintero que hace una buena mesa.
Yo tengo una teoría acerca de eso: cuanto más exacerba una persona el rol de escritor, peor es lo que escribe.”
“Lo que pasa con el internismo de los escritores en Buenos Aires es que muchos, en lugar de ponerle el nombre que le corresponde a un personaje, hacen un guiño interno y le ponen un nombre de otro escritor. Esa para mí es una marca de internismo. “Nos hacemos un guiño entre nosotros, los escritores”. Cuando en realidad lo que habría que hacer es comunicarse hacia otra cosa, hacia la gente. Lo mismo que en el teatro: “nosotros nos divertimos”. Eso dicen. Es como si la gente necesitara que un escritor, un actor, fueran per se, una entidad platónica. Los actores cuando dicen: “si no pudiera actuar, me moriría”. Te dedicás a otra cosa, qué sé yo. También pasa con los escritores. Suponiendo que fuera cierto, es impúdico. Me parece que eso no se debe decir.”
“En Buenos Aires, la generación que anda por los 40, escribe mucho sobre escritores. En otros lugares no pasa. Los peruanos escriben muy bien, los colombianos también. Ellos no escriben tanto sobre escritores, porque escribir sobre escritores es como escribir sobre uno mismo. Es no salir de uno mismo. Es algo pedante.
Un hombre rico no le anda diciendo a todo el mundo: yo soy rico. Salvo Fort, que era un fenómeno mediático. Pero la mayoría de la gente no hace eso. Al contrario, tratan de pasar desapercibidos. Lo mismo una mujer muy linda. No anda diciendo: “qué linda que soy”.
Esto se incentivó un poco en los últimos años. Un escritor que se la cree no quiere ser un trabajador ni un artesano. Quiere decir: “qué linda manito que tengo yo”. Y eso hay que olvidarlo para hacer algo bien.
Hay cuentos de escritores que son buenos. Chejov, por ejemplo. Es un tipo que hace callar a todo el mundo para escribir él. Pero es difícil hacer bien un cuento de escritores. El escritor tiene que salirse hacia afuera y mirar lo que hay.”