Por Kenzaburo Oe
“Desde niño tengo interés en cómo nuestro limitado cuerpo encaja el sufrimiento. De pequeño, yo iba a pescar. Y me fijaba en el pez con el anzuelo clavado, que se movía mucho. Sufre horrores, pero en silencio: no grita. El niño que yo era pensaba: ¡cuánto dolor inexpresado! Ese fue el primer estímulo que me llevó a ser escritor, porque pensé que los niños tampoco podíamos hacernos entender bien. Me hice escritor para reflejar el dolor de un pez. Y hoy me siento, sobre todo, un profesional de la expresión del dolor humano, al que persigo mostrar con la mayor precisión posible”.
“A mí me consta que al principio Mishima apreciaba mi trabajo, pero en un período de seis meses se convirtió en un completo enemigo mío, y yo de él. En esa época escribió feroces ensayos contra mí, sobre todo por mi actitud política. No, no éramos amigos ni acabamos siéndolo. Además, tampoco aprecio su obra; no me gusta. Elaboró un estilo bello y cuidado, pero permaneció estático, inamovible a lo largo del tiempo. Su primer libro y el último son idénticos. No creó, no inventó. Y para mí, un buen escritor debe forjar nuevos estilos continuamente, no debe estabilizarse nunca, debe ensayar siempre nuevas posibilidades expresivas. Es eso lo que hace tan duro nuestro trabajo”.