Kurt Vonnegut: Los mejores argumentos son siempre bromas fantásticas que la gente se cree una y otra vez.
Entrevistador: ¿Puede dar un ejemplo?
K.V.: La novela gótica. Se publican docenas de cosas cada año, y todas venden. Mi amigo Borden Deal escribió hace poco una novela gótica por puro placer, y le pregunté cuál era el argumento, y me dijo: «Una joven acepta un trabajo en una casa vieja y se muere de miedo».
E.: ¿Algún ejemplo más?
K.V.: Los demás no resultan tan divertidos de describir: alguien se mete en un lío y luego se sale de él; alguien pierde algo y lo recupera; alguien es víctima de una injusticia y se venga; Cenicienta; alguien empieza a ir cuesta abajo y así continúa; dos se enamoran, y mucha otra gente se entromete; una persona virtuosa es acusada falsamente de haber pecado; se cree que una persona pecadora es virtuosa; una persona se enfrenta a un desafío con valentía, y tiene éxito o fracasa; una persona miente, una persona roba, una persona mata, una persona fornica.
E.: Perdóneme si le digo esto, pero estas tramas son muy antiguas.
K.V.: Le garantizo que no hay ninguna estructura en un relato moderno, incluso si no tiene trama, que aporte satisfacción genuina al lector si no se introduce alguna de estas tramas antiguas. No creo que las tramas deban considerarse tanto como representaciones precisas de la vida, sino como modos de hacer que los lectores sigan leyendo. Cuando enseñaba creación literaria, les decía a los estudiantes que hicieran que sus personajes quisieran algo enseguida, aunque sólo fuera un vaso de agua. Los personajes paralizados por la falta de sentido de la vida moderna todavía tienen que beber agua de vez en cuando. Uno de mis estudiantes escribió una historia sobre una monja a la que se le quedaba un trozo de hilo dental entre dos muelas izquierdas inferiores y que no podía sacárselo en todo el día. Me pareció fantástico. La historia trataba de temas mucho más importantes que el hilo dental, pero lo que mantenía la atención de los lectores era la ansiedad sobre cuándo se sacaría finalmente el hilo. Nadie conseguía leer la historia sin rebuscar en la boca con el dedo. Me parece un ejemplo admirable de broma. Cuando se excluye la trama, cuando excluyes el deseo de alguien en relación a algo, excluyes al lector, lo cual es malvado.