Por Jonathan Franzen
Simplemente intentas sacar adelante una idea. Hay muchas maneras de que las piezas encajen y, simplemente, eliges una, que te libera del resto. Hace unos días hablaba con Salman Rushdie y me decía que una novela es un puzzle. Hay algo de verdad en eso. Es como un juego. El problema con esa metáfora es que, en teoría, es un puzzle con un número infinito de piezas. La clave es constreñirlo, para que al final tengas un número limitado de piezas.
(…) La clave es que la página empiece a resultarme graciosa. Enfrentarme a eso es como encontrar una frase que defina los problemas que atraviesa el personaje, de manera que pueda afrontar esa situación terrible.
(…) Bueno, el escritor tiene dos funciones separadas. Está el escritor en la novela, donde tiene la responsabilidad de tratar de decir la verdad; la gente lee las novelas para escuchar la verdad. Pero, como escritor, también eres una figura pública y, entonces, no sé si tienes la responsabilidad sino, más bien, el privilegio de intentar decir la verdad sobre lo que pasa en el mundo. Creo que es muy importante separar esas dos funciones. No quiero que mis novelas intenten decir la verdad al poder o marcar un punto de vista ideológico; si lo hiciera, tendría la sensación de no confiar en el lector e, incluso, de subestimarlo, pensar que necesita instrucciones… No quiero hacer eso. Pero, si alguien me pregunta lo que pienso de Twitter o sobre cuánto se invierte en energía alternativa, le daré una respuesta [ríe], porque todas esas cosas me importan, porque creo que, realmente, algo malo pasa con el discurso que despliegan los medios de comunicación social, las redes sociales, y también creo que algo malo pasa con nuestras prioridades vitales.