Por Siri Hustvedt
Creo que la ambigüedad está muy subestimada, esconde mucha riqueza. Estamos muy acostumbrados a pensar en las categorías de verdadero o falso. Los hechos no tienen una única interpretación y un mismo hecho puede servir para demostrar varios argumentos.
Estoy convencida de que gran parte de la riqueza de lo humano se da en los espacios ambiguos. Por ejemplo, el espacio que hay entre nosotras mientras conversamos, esto que creamos mientras conversamos, es un territorio intermedio. Si pensamos esas arenas que no están indefinidas vamos a descubrir cosas interesantes. No es una ocurrencia mía, el filósofo Martin Buber planteó una entidad ontológica que funciona como “el tercero”. Cuando se echa luz sobre las cuestiones que siempre se han dado por ciertas y se empiezan a hacer preguntas que ponen en cuestión la arrogancia de las cosas predeterminadas, nos vemos obligados a lidiar con cierta ambigüedad.
(…) Aquí estamos en otoño y cuando camino por la calle siento un viento suave y el olor de las hojas. De pronto tengo la sensación de estar en mi cuerpo de niña. Me invade esa sensación con claridad y me gusta mucho captar esos momentos. También tengo muy presente otra cuestión. Mi madre murió hace un año, tenía 96, sabía que iba a morir un día pero aún así confieso que es extremadamente extraño vivir en un mundo sin ella. A veces hasta me olvido de que no está. Esa idea tan simple es realmente dura. Cuando revisamos nuestras vidas, cuando recordamos, también la estamos reescribiendo. Esta suerte de revisionismo personal da una nueva perspectiva sobre uno mismo. Y a esta edad siento una suerte de compasión por quien fui, puedo tratarme bien y me gusta reencontrarme con esa Siri, es lindo. Le deseo a todos esa posibilidad de recordar y acceder a esa experiencia.