Por Olga Tokarczuk
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No quiero esbozar una visión general de la crisis al contar historias sobre el mundo. Pero a menudo me preocupa la sensación de que falta algo en el mundo que al experimentarlo a través de pantallas de vidrio y aplicaciones, de alguna manera se vuelve irreal, distante, bidimensional y extrañamente indescriptible, a pesar de encontrar cualquier información asombrosamente fácil. En estos días, las palabras preocupantes «alguien», «algo», «en algún lugar», «en algún momento» pueden parecer más arriesgadas sobre ideas muy específicas y definidas pronunciadas con total certeza, como «la tierra es plana», «las vacunas matan», «el cambio climático no tiene sentido» o «la democracia no está amenazada en ninguna parte del mundo». «En algún lugar» algunas personas se están ahogando al intentar cruzar el mar. «En algún lugar», por «algún» tiempo «Algún tipo de» guerra ha estado ocurriendo. En la avalancha de información, los mensajes individuales pierden sus contornos, se disipan en nuestra memoria, se vuelven irreales y se desvanecen.
La avalancha de estupidez, crueldad, discursos de odio e imágenes de violencia se contrarrestan desesperadamente con todo tipo de «buenas noticias», pero no ha sido así. La capacidad de controlar la dolorosa impresión, que encuentro difícil de expresar, de que hay algo mal en el mundo. Hoy en día, este sentimiento, una vez exclusivo de los poetas neuróticos, es como una epidemia de falta de definición, una forma de ansiedad que emana de todas las direcciones.
La literatura es una de las pocas esferas que intentan mantenernos cerca de los hechos concretos del mundo, su propia naturaleza siempre es psicológica, porque se enfoca en el razonamiento interno y los motivos de los personajes revelan su experiencia inaccesible a otra persona o, simplemente, provoca al lector a una interpretación psicológica de su conducta. Solo la literatura es capaz de permitirnos profundizar en la vida de otro ser, comprender sus razones, compartir sus emociones y experimentar su destino.
Una historia siempre da vueltas en torno al significado. Incluso si no lo expresa directamente, incluso cuando se niega deliberadamente a buscar significado, y se enfoca en la forma, en el experimento, cuando presenta una rebelión formal, buscando nuevos medios de expresión. Mientras leemos incluso la historia escrita de manera más conductista y moderada no podemos evitar hacer las preguntas: «¿Por qué está sucediendo esto?», «¿Qué significa?», «¿Cuál es el punto?», «¿A dónde lleva esto?». Es muy probable que nuestras mentes hayan evolucionado hacia la historia como un proceso de dar sentido a millones de estímulos que nos rodean, y que incluso cuando estamos dormidos continúan ideando implacablemente sus narraciones. Entonces, la historia es una forma de organizar una cantidad infinita de información dentro del tiempo, estableciendo su relación con el pasado, el presente y el futuro, revelando su recurrencia y organizándolo en categorías de causa y efecto. Tanto la mente como las emociones participan en este esfuerzo.
No es de extrañar que uno de los primeros descubrimientos realizados por las historias fue el Destino, además de aparecerse siempre a las personas como algo aterrador e inhumano, de hecho introdujo el orden y la inmutabilidad en la realidad cotidiana.