Por Italo Calvino
Los críticos coinciden en que cada libro mío es un trabajo solitario. De la escritura no se obtiene ninguna satisfacción; los grafemas no son un resultado tangible, por eso en cada libro, tengo que cambiar. Para evitar el aburrimiento, intento emplear poéticas distintas, nuevas. Escribo únicamente porque no tengo otro medio para crear.
(…) Mis obras son sólo pequeñas islas que sobresalen en el océano de lo escrito. Las islas son cimas de ciertas cordilleras o montañas cubiertas por un océano de silencio.
(…) yo no creo en la expresión inmediata. Cuando realizo mi obra, escribo y borro constantemente. Odio lo aproximativo. La primera palabra que se nos ocurre no es nunca la verdadera, y a mí sólo me satisface el lenguaje cuando llego a su centro, a lo preciso.
(…) Yo trabajo para llegar a la espontaneidad, porque la espontaneidad es un punto de llegada, no un inicio. La primera cosa que uno dice no es nunca sincera, ingenua, sino algo ya dicho, un lugar común. Para llegar a decir algo espontáneo, uno debe trabajar mucho, es decir, fingir mucho. Se llega a la sinceridad después de una serie de pruebas diferentes, de máscaras distintas. El punto de llegada es la máscara que coincide con tu rostro.