Por Katherine Anne Porter
Yo nunca he hecho una carrera de nada, sabe usted, ni siquiera de la literatura. Empecé sin nada, excepto una especie de pasión, un deseo impulsor. No sé de dónde venía y no sé por qué he sido tan obstinada en ese sentido que nada pudo desviarme. Pero esta cosa que existe entre mi persona y mi literatura es el lazo más fuerte que he conocido con cualquier otra persona u otro trabajo que haya realizado. Empecé a escribir cuando tenía seis o siete años, pero también tenía multitud de otros semitalentos: quería bailar, quería tocar el piano, cantaba, dibujaba. No se trataba en realidad de simples aficiones: lo investigaba todo, experimentaba con todo. Y además hay que tener en cuenta que entonces no había muchas diversiones. Si una quería oír música tenía que tocar el piano y cantar una misma. La mayoría del tiempo dependíamos de nuestros propios recursos: nuestra propia música y nuestros propios libros. Las casas estaban llenas de libros para ser leídos y nosotros los leíamos.
(…) Leí los sonetos de Shakespeare a los trece años y estoy completamente segura de que me causaron la impresión más profunda de cuanto haya leído. Durante un tiempo supe de memoria toda la secuencia. Ese fue el momento decisivo de mi vida y después, de un solo golpe, todo Dante. Las obras teatrales las vi en escena pero no recuerdo haberlas leído con algún interés. Ah, bueno, y leí todo tipo de poesía: Homero, Ronsard… y también a los filósofos laicos, Montaigne me influyó enormemente cuando aún era muy joven. Un día, cuando tenía catorce años, mi padre me llevó ante una gran hilera de libros y me dijo: ¿Por qué no lees esto? ¡Te sacará unas cuantas ideas tontas de la cabeza! Era la colección completa de la Enciclopedia de Voltaire, anotada por Smolett. Y me lo leí entero: tardé como cinco años. Y por supuesto leíamos a todos los novelistas del siglo XVIII, aunque Jane Austen, igual que Turgueniev, no me entusiasmó hasta que maduré bastante. Y descubrí por mi cuenta; Cumbres borrascosas; creo que leí ese libro cada año de mi vida durante quince años. Lo adoraba sencillamente. Henry James y Thomas Hardy fueron los autores que me introdujeron en la literatura moderna.
(…) Creo que es algo que se lleva en la sangre. En nuestra familia siempre hemos sido grandes escritores de cartas, lectores y narradores orales. Durante toda mi vida he escuchado a personas intelectualmente bien formadas. Todos ellos eran grandes narradores de historias y cada historia tenía forma, sentido y objeto.